31 | Madison

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Después de abrazar a Dylan, me sentí muy avergonzada

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Después de abrazar a Dylan, me sentí muy avergonzada. Lo había hecho por impulso, porque estaba asustada, y aunque debería haberme apartado de él, no lo hice. Quería sentirlo y estar cerca de él.

Los días siguientes, aunque nos vimos durante la comida y la cena, apenas cruzamos palabra y estuvimos bastante distantes. Noté que algo había vuelto a cambiar entre nosotros y puede que por mi culpa.

Nunca debí haberle propuesto pasar más tiempo juntos cuando claramente Dylan no quería estar conmigo.

Mi madre y yo tuvimos que regresar antes a Seattle para celebrar el día de Año Nuevo con mi familia. Mis tíos y mis primos vinieron desde Washington D.C y cenamos todos juntos en casa de mis abuelos.

Aunque esa noche tenía planes con Erika y Harper, decidí quedarme con mis primos y jugamos hasta tarde a distintos juegos de mesa. Gracias a ellos, me lo pasé bien los últimos días de vacaciones.

—¡Madison, despierta! —gritó mi madre desde el otro lado de la puerta—. Como no te des prisa no podré llevarte a clase y no querrás llegar tarde.

¿Para qué necesitaba una alarma si ya tenía a mi dulce madre como despertador?

—Ya voy... —dije aún medio dormida.

Las vacaciones de Navidad pasaron rápidamente y no estaba preparada para volver a la rutina.

Antes de vestirme, me di una ducha de agua fría para terminar de despertarme. Abrí el armario y saqué un pantalón de pierna ancha negro, para poder ir cómoda sin que la venda me molestara todo el día, un suéter blanco y unas zapatillas del mismo color.

Todavía tenía la pierna vendada y tendría que esperar otro mes para poder quitármela. Lo bueno era que ya me había acostumbrado a las muletas e ir con ellas no me suponía una molestia.

Me reuní con mi madre en la cocina y me serví café recién hecho en un vaso para llevar.

—¿Nos vamos?

Mi madre asintió con la cabeza y me siguió fuera de la cocina. Cogió su bolso y las llaves del coche de la entrada antes de desaparecer dentro del garaje.

Durante el trayecto desde mi casa al instituto, apenas cruzamos un par de palabras. Noté que estaba más nerviosa de lo normal, por algo que no quería decirme.

—Ten un buen día, cariño. —Me dio un beso en la mejilla a modo de despedida.

Con las muletas, me costó subir las escaleras del instituto hasta la puerta principal, pero llegué a tiempo antes de que el primer timbre sonara.

Fui directamente a mi taquilla y metí en la mochila los libros que necesitaría para las primeras horas de la mañana. Al cerrar la puerta me encontré de frente con Alex.

—¿Qué te ha pasado? —dijo desviando su mirada a las muletas que tenía en las manos.

—Un pequeño accidente esquiando.

—¿Te duele? —me preguntó, preocupado.

—Un poco, pero estoy bien. No te preocupes.

—Déjame que te ayude.

Cogió mi mochila y se la echó al hombro. Me acompañó hasta el aula de Ciencias y dejó mi mochila en mi sitio habitual en la clase.

—Gracias. —Me senté en mi sitio y le dirigí una mirada de agradecimiento.

—No las des, nos vemos después.

Asentí con la cabeza y le dije adiós con la mano.

—Por lo que veo, lo vuestro va viento en popa.

Miré a Erika, que se encontraba sentada a mi lado, y negué con la cabeza.

Alex no me gustaba de ese modo, éramos buenos amigos y nada más. Además, después de lo que ocurrió en Crystal Mountain, volvía a sentir algo por Dylan. Me moría de ganas de contárselo a mis amigas, pero aún no estaba preparada para hacerlo.

Después del almuerzo, me reuní con Mia en el almacén que nos había facilitado el instituto para guardar todos los decorados y el vestuario de la obra. Era una habitación pequeña y poco iluminada, pero mejor eso que nada.

—No te muevas, no quiero pincharte con la aguja.

Permanecí inmóvil el tiempo necesario para que Mia terminara de arreglar el vestido. Cada vez estábamos más cerca del estreno y en cuanto estuviera listo el vestuario, podríamos ensayar las escenas con él.

—¿Puedo entrar? —preguntó Alex, parado en la puerta del almacén.

—¡Alex! Sí, pasa. —Mia se alejó de mí para mirarme de arriba abajo—. Ha quedado perfecto. —Juntó sus manos emocionada y dio el visto bueno a su trabajo.

Bajé con cuidado de la pequeña plataforma en la que estaba subida y me observé en el espejo. No veía el momento de hacer la última escena de la obra, encima del escenario, con aquel vestido rojo fuego y el pelo rizado y recogido.

—Madison. —Alex se acercó a mí y nuestras miradas se encontraron a través del espejo—. ¿Has tomado una decisión sobre la cita?

—Lauren me necesita para ayudarla con el decorado, os dejo solos. —Mia recogió rápidamente sus cosas y salió veloz por la puerta.

Me había olvidado completamente de su propuesta y me lo tuve que pensar muy bien antes de responder. Estaba claro que Alex sentía algo por mí, pero no era un sentimiento recíproco.

—Tendré una cita contigo, pero con una condición: tiene que ser una cita como amigos.

—De acuerdo —respondió sin pensárselo—. Me parece bien.

—¿De verdad? —pregunté sorprendida—. Entonces sí, quedaré contigo.

—Genial —dijo contento—. Me tengo que ir, pero nos vemos el viernes. —Caminó hacia la puerta y se detuvo antes de salir—. Pasaré a recogerte a las ocho en punto.

No temas al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora