38 | Dylan

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No fui consciente de donde estaba hasta que me tocó testificar

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No fui consciente de donde estaba hasta que me tocó testificar. Mi padre y Joseph se encontraban sentados entre el público, habían venido a acompañarme para que no estuviera solo, pero ni eso consiguió tranquilizarme.

Traer de vuelta aquellos recuerdos tan desagradables fue doloroso, pero eso no fue lo peor.

Lo peor fue tener que ver al culpable de que mi madre estuviera en coma en el hospital. Estaba delante de mí, sentado junto a su abogado, tranquilo y sin una muestra de arrepentimiento en el rostro.

A mí, en cambio, me invadían por dentro un sinfín de emociones.

Conseguí tranquilizarme y comencé mi testimonio contando todo lo que recordaba del accidente. Después, respondí todas las preguntas que me hicieron mi abogado y el de la defensa.

Llamaron a varios testigos para que dieran su versión de los hechos antes de tomarnos un descanso de una hora para que el jurado llegara a un acuerdo sobre el veredicto.

Mi padre se quedó en el pasillo atendiendo una llamada mientras que Joseph y yo entramos en la cafetería. Nos pedimos un café y nos sentamos a una mesa para matar el tiempo.

—¿Qué te preocupa? —me preguntó Joseph sacándome de mis pensamientos—. Todo va a ir bien, ya lo verás.

—No lo sé. Estoy inquieto por algo, pero no sé decirte el porqué.

—No le des muchas vueltas. Has tenido que recordar un momento doloroso para ti y es normal que estés preocupado.

Asentí con la cabeza y le di un sorbo al café caliente. Mi padre se unió a nosotros poco después, pero pasó la mayoría del tiempo pegado a su teléfono.

El descanso terminó y tuvimos que volver a la sala para saber el veredicto final.

Me senté a la mesa, junto a mi abogado, y apreté las manos con fuerza intentando calmar los nervios.

—¿El jurado ha llegado a un veredicto? —preguntó la jueza.

—Sí, Su Señoría. El jurado, encuentra al acusado, Robert Clark, culpable de los delitos de los que se le acusa.

—¿Puede levantarse el acusado, por favor? —Ordenó la jueza—. Señor Clark, se le condena a cinco años de cárcel por conducir ebrio, provocar un accidente y por un delito de omisión del deber de socorro al haber huido del lugar de los hechos. Además, se le retirará el permiso de conducir durante un año y se le condenará a una pena de multa de seis meses por los daños personales ocasionados. Se levanta la sesión. —La jueza golpeó con el mazo, dando por finalizado el juicio.

Estreché la mano de mi abogado y me reuní con Joseph y mi padre. Para mi sorpresa, mi padre se acercó a mí y me dio dos palmadas en la espalda.

El señor Clark pasó por delante de nosotros y nos lanzó una rápida mirada antes de zafarse del agarre del guardia de seguridad para acercarse a mí.

—Podrás esconderlo todo lo profundo que quieras en tu corazón, pero tú y yo sabemos la verdad. Tú giraste el volante y provocaste el accidente. —Me susurró al oído.

El guardia no le dejó terminar, tiró de su brazo y lo guio hasta la puerta.

—¿Qué te ha dicho? —Joseph me miró preocupado y frotó mi brazo haciéndome volver a la realidad.

—Nada importante.

Salimos por la puerta trasera del juzgado para esquivar a los periodistas, y nos dirigimos al aparcamiento. En cuanto llegamos a casa, mi padre aparcó el coche en el garaje y subí rápidamente las escaleras hasta mi habitación.

Me senté al borde de la cama y presioné los dedos contra mi sien.

¿Y si era verdad lo que me había dicho aquel hombre? Tal vez mi mente bloqueó ese recuerdo de forma inconsciente, porque los únicos recuerdos que me venían a la mente eran los gritos de mi madre al chocar y los cristales rompiéndose a mi alrededor.

No me rendí, me presioné tanto que conseguí recordar algo.

Después de tres años, me encontraba de nuevo dentro del coche y mi madre estaba a mi lado, en el asiento del conductor.

—Lo siento. —Mi madre redujo la velocidad y apartó un segundo la mirada de la carretera.

Un coche venía de frente y estábamos a punto de chocar contra él. El pánico me invadió, giré el volante intentando esquivarlo, con tan mala suerte que nos encontramos con otro coche que venía por la izquierda.

El señor Clark tenía razón. Aunque no fue mi intención, yo provoqué el accidente.

No temas al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora