Apago el despertador e intento levantarme de la cama, pero la puerta de mi habitación se abre de golpe interrumpiéndome. Dylan entra con el cabello mojado y una toalla alrededor de la cintura.
Es imposible para mí no mirar su cuerpo cuando lo tengo tan cerca. Está más delgado de lo que pensaba. Apenas está tonificado pero aun así hay algo que hace que no pueda apartar la mirada de él.
—¿Por qué has gastado el agua caliente?
Su voz es temblorosa y está tiritando. Suelto un largo suspiro y aparto la mirada de su cuerpo. Observa mi habitación detenidamente y después se acerca a mí.
—Aún no he entrado. —Señalo la puerta del baño que está cerrada.
—No hay agua caliente y tengo que ducharme.
Encojo los hombros y me giro para darle la espalda.
—¿Qué quieres que haga yo?
Se marcha resoplando de la habitación. Cierra la puerta tras de sí y no puedo evitar negar con la cabeza. Estoy empezando a cansarme de cómo me habla.
Salgo de la cama y me pongo ropa para correr. Bajo las escaleras y nada más entrar en el comedor saludo a Carmen. Me siento en la silla y observo el rico desayuno que ha preparado hoy. Cojo una tostada y bebo un poco de café para no atragantarme.
Dylan entra en el comedor y se sienta. Mira su plato y después a mí. Rápidamente me como el último bocado y dejo el plato vacío sobre el fregadero de la cocina.
Me despido de Carmen y miro de reojo a Dylan. Tiene el pelo revuelto y no parece encontrarse bien. Voy a abrir la puerta pero me detengo al escucharles hablar en la cocina.
—No te ves bien —escucho decir a Carmen—. Anoche volviste tarde, ¿verdad?
—Carmen estoy bien, no te preocupes.
Dylan tose y escucho cómo arrastra la silla por el suelo. Abro la puerta pero sale del comedor antes de que pueda huir. Le miro y río nerviosa.
—Deja de escuchar conversaciones que no te incumben. —Me empuja y sale por la puerta.
Froto mi brazo dolorida. Muevo mi cabeza de un lado a otro y por fin consigo volver en sí. Salgo de casa y empiezo a correr.
Hoy he decidido hacer un poco de ejercicio, aunque es una idea demasiado arriesgada ya que tengo poca resistencia. Primero corro una corta distancia y me detengo en un parque cercano. Tiene colinas llenas de hierba e incluso un gran estanque.
Me acerco a un puesto de comida y compro una botella de agua. Me siento en un banco y cierro los ojos. Bebo todo el contenido de la botella sin respirar. Cuando vuelvo a casa me doy una ducha rápida y leo los mensajes que tengo pendientes.
Creo que ya tengo planes para mañana.
* * *
Me pongo el bañador y por fin estoy preparada para pasar un día en la playa con mis amigas. Entro directamente en el garaje y cojo las llaves del coche de mi madre. Dejo mi bolso con las cosas para la playa en el asiento del copiloto y arranco el motor.
El problema al llegar es encontrar aparcamiento. Tras una búsqueda exhaustiva aparco en un hueco que acaba de quedar libre. He quedado con ellas en uno de los chiringuitos que hay enfrente de la playa. Recojo mis cosas y me reúno con ellas en el lugar que hemos quedado.
—Vámonos a las toallas.
Harper se levanta de la mesa y Erika le acompaña. Les sigo por detrás y me tumbo en la toalla junto a ellas. Me quito los shorts, la camiseta y guardo la ropa en el bolso. Saco el bote de crema solar y se lo enseño a Harper.
—¿Me echas crema en la espalda?
Se baja las gafas de sol hasta el puente de la nariz y asiente. Me arrebata el bote de crema de las manos y se sienta en la toalla detrás de mí.
—Gracias.
La conversación da un giro repentino cuando empiezan a hablar sobre qué chico del instituto encajaría conmigo. Yo me tapo los oídos con las manos y cierro los ojos.
—Logan Peterson —dice Harper—. Alto, castaño y sus ojos... por favor, no olvidemos sus ojos.
—Es demasiado popular para encajar con mi tipo de chico ideal.
—No. Mejor Tommy Mikels.
—Chicas. ¡Suficiente!
—¿Por qué? —pregunta Erika.
—Os recuerdo que vamos a empezar la universidad. ¿Por qué tengo que salir con alguno de los chicos del instituto?
—También es cierto. Las universidades destacan por la variedad.
Niego con la cabeza y me tumbo de nuevo en la toalla. Ya tengo mi vida planeada. Quiero estudiar medicina en la Universidad de Columbia, en Nueva York, y obviamente en esos planes no entra ningún chico.
—Os recuerdo que vosotras tampoco tenéis novio —les señalo.
Erika mira para otro lado y Harper se ríe a carcajadas. La tarde se pasa volando y cuando no podemos aguantar más el calor decidimos bañarnos por última vez antes de irnos.
* * *
Cuando regreso a casa entro directamente en el baño para quitarme la arena. Me doy una ducha rápida y salgo como nueva. Al salir al pasillo me encuentro con Dylan, lleva puestos unos vaqueros rotos y una sudadera negra.
La puerta principal se abre asustándonos a los dos. Agarra mi brazo bruscamente y me arrastra hacia el interior de mi habitación.
—Dylan, ¿qué haces?
Pega mi cuerpo contra la puerta y pone su dedo sobre mis labios pidiéndome que guarde silencio. Me falta el oxígeno. Estoy muy cerca de él, demasiado, diría yo. Dejamos de escuchar los pasos en el pasillo y nos miramos el uno al otro.
Nuestros padres han vuelto antes de tiempo.
—No les digas que me has visto.
Mi respiración aún está acelerada y él lo nota. Abre la puerta y baja corriendo las escaleras. Un poco después mi madre pasa por el pasillo y se detiene en mi puerta.
—No sabía que estabas aquí cariño. —Se acerca a mí y me rodea con sus brazos.
—¿Ha pasado algo? ¿Por qué habéis vuelto tan pronto?
—Os echábamos de menos y decidimos venir antes para daros una sorpresa.
—¿Has visto a Dylan? —pregunta Will cuando pasa por el pasillo.
—No, no lo he visto.
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No temas al amor
Novela JuvenilNunca creyó que él llegaría a romperle el corazón. Madison creía que el primer amor sería perfecto y que Dylan, el chico de sus sueños, nunca llegaría a romperle el corazón. Pero lo único que necesitaba era algo que la devolviera a la realidad. ...