3 | Dylan

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Cuando entré aquella mañana a la cocina me encontré con Carmen

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Cuando entré aquella mañana a la cocina me encontré con Carmen. Estaba de pie delante de los fogones, preparando tortitas y huevos revueltos. La saludé con una sonrisa y me senté en el taburete de siempre. Dejó un plato de tortitas frente a mí y empecé a devorarlo con rapidez.

—¿Sabes dónde está mi madre?

Sirvió los huevos en un plato y los dejó en el sitio de mi padre. Empecé a preocuparme cuando vi su expresión y que no decía nada. Si ella estaba en casa eso significaba que algo le pasaba a mi madre. El desayuno siempre lo preparaba ella. Carmen solo venía a la hora de la comida y la cena.

—No se encuentra bien, está acostada en su habitación.

Carmen se acercó a mí y me apretó el hombro intentando animarme, pero no había nada que pudiera hacerlo. Terminé de desayunar y cogí la mochila del suelo. Subí las escaleras y llamé a la puerta de su habitación; al no obtener respuesta, la abrí y pasé adentro. La habitación estaba sumergida en la oscuridad, me acerqué a la ventana y subí un poco la persiana para poder verla mejor.

Mi madre se encontraba debajo de las sábanas, pero sus sollozos retumbaban por toda la habitación. Me acerqué lentamente a la cama y aparté las sábanas para poder abrazarla. Ella rodeó mi cuerpo con todas sus fuerzas y sus lágrimas empezaron a empapar mi camiseta.

—¿Estás segura de que quieres seguir aguantando este dolor?

Abrió los ojos sorprendida y se apartó de mí para limpiarse las lágrimas, no quería que la viera así.

—Cariño, no quiero que llegues tarde por mis problemas.

—Sabes que siempre estaré a tu lado pase lo que pase, mamá.

—Lo sé. No sé qué haría sin ti.

La abracé por última vez antes de dejarla sola en su habitación. Salí de casa y corrí todo lo que pude hasta el instituto, pero ya llegaba tarde de todas formas. Permanecí en silencio en el pasillo hasta que sonó el timbre de cambio de clase. Mis amigos fueron los últimos en salir y caminaron directamente hacia mí cuando me vieron.

—¿Dónde has estado? —preguntó James preocupado—. El señor Philip nos ha puesto un trabajo para la semana que viene y como no estabas te ha puesto con la nueva.

No dije nada porque no sabía qué responderle. Estaba emocionado y preocupado al mismo tiempo. Me alegraba la idea de hacer el trabajo con ella, pero no sabía cómo actuar delante de una chica sin parecer un idiota.

—Problemas familiares —respondí cambiando de tema.

Nos dirigimos a la siguiente clase en silencio y mis amigos evitaron sacar el tema para no preocuparme más. En el pasillo nos encontramos con Madison, que estaba enfrente de su taquilla. Dejé atrás a mis amigos y me acerqué a ella.

—Hola.

Dio un pequeño salto, asustada, al escucharme a sus espaldas. Se giró con los libros entre las manos y se rio avergonzada.

No temas al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora