El viernes era mi día favorito de la semana por muchas razones: porque llegaba el fin de semana y porque a última hora teníamos clase de Química con el señor Gilson.
—¿Estás preparada? —le pregunté a Erika antes de echar la última sustancia líquida en la probeta.
—Claro.
El experimento consistía en juntar distintas disoluciones en una única probeta creando un arcoíris de colores y nosotras lo habíamos conseguido.
—Estoy orgullosa de nuestro trabajo, al menos nos ha salido mejor que a él —dijo Erika señalando a nuestro compañero de al lado, estaba muy concentrado y ya iba por su tercer intento. Por mucho que lo intentaba, no lo conseguía.
Ya habíamos terminado, así que me senté a esperar a que el profesor viera nuestro experimento y lo puntuara.
Mi teléfono comenzó a vibrar en el bolsillo de la bata y aunque no nos dejaban utilizarlo en clase, lo saqué con disimulo para ver la notificación que había en la pantalla.
Guardé el teléfono de nuevo en el bolsillo y me quité las gafas de protección.
—Tengo ensayo de última hora, así que no me esperéis a la salida. —Erika se deshizo de las gafas y asintió.
El timbre sonó justo cuando el profesor se acercó a nuestra mesa, apuntó algo en su cuaderno y se marchó sin comentar nada sobre nuestro trabajo.
—Seguro que nos ha suspendido, pero yo puedo hacer que aparezca como aprobado rápidamente —bromeó Erika señalando el cuaderno del profesor.
—No malgastes tus esfuerzos en eso. —Solté una larga carcajada.
Recogí los apuntes de la mesa, dejé la bata en la percha y le di un beso en la mejilla antes de marcharme.
—Nos vemos el lunes.
Cuando pasé al lado de la cafetería, me rugió el estómago. No llevaba dinero encima para comprarme algo de comer, por lo que tendría que esperar a tomar algo en casa.
Abrí las puertas del salón de actos y me encontré con Alex en el escenario. Dejé mis cosas, al lado de las suyas, y busqué con la mirada a nuestro profesor de teatro.
—¿Dónde está Tom?
—Te he mentido —respondió, frotándose el cabello con nerviosismo—. Tom no ha convocado ningún ensayo, simplemente quería darte una sorpresa.
Al subir al escenario, no me había percatado de que Alex había organizado un picnic.
—¿Nos sentamos? —Posó su mano en la parte baja de mi espalda y me guio hasta la manta de cuadros rojos.
Alex sacó dos bocadillos de carne, un par de refrescos y una tarta de cereza de la cesta de mimbre que tenía a su lado.
—¿Has hecho tú la tarta? —le pregunté sorprendida.
—Sí, soy un fanático de la repostería.
No me pude resistir y pasé el dedo por el borde de la tarta. Me lo llevé a la boca y cerré los ojos en cuanto el sabor a cereza inundó mi boca.
—Está riquísima —dije pasando el dedo de nuevo.
—Eso es porque aún no has probado el bocadillo, es una receta familiar.
Me entregó uno de los bocadillos y en cuanto le di el primer bocado, lo devoré con rapidez. Estaba hambrienta y, además, era el mejor bocadillo que había probado nunca.
Cuando terminamos de comer, Alex recogió los envoltorios vacíos y los guardó dentro de la cesta. Desperezó su cuerpo y se tumbó en la manta, colocando los brazos detrás de su cabeza. Yo hice lo mismo y me tumbé a su lado.
—Estoy dispuesto a esperar el tiempo que haga falta por ti, Madison. No me voy a rendir —soltó de pronto.
Levanté la cabeza, confundida, para mirarle. Alex se incorporó un poco apoyándose en un codo y con la mano que tenía libre acarició mi mejilla con suavidad.
Alex acortó la distancia que nos separaba y cuando vi sus intenciones, posé mis manos en su pecho y lo detuve cuando sus labios estaban apenas a unos centímetros de los míos.
Alex no había entendido el concepto de cita de amigos.
—Me tengo que ir a casa —dije incómoda, apartándome de él.
—¿Te ha molestado? —preguntó, preocupado.
—No, pero tengo que irme ya. Mi madre me está esperando en casa —respondí mientras recogía mis cosas.
Alex me siguió por detrás hasta el pasillo, donde nos cruzamos con los chicos del equipo de fútbol americano.
—Lo siento, Madison, yo no quería...
Alex se calló en cuanto James y Thomas pasaron a nuestro lado.
—¿Todo bien? —preguntó James rodeando el cuello de Alex con su brazo y acercándolo hacia él.
—Sí —respondió Alex con el cuerpo tenso y una expresión seria en el rostro—. Hemos estado ensayando y Madison ya se iba a casa.
—Genial. Puedes venir con nosotros si quieres, tu casa está de camino a la mía —sugirió Thomas.
—No hace falta, la puedo acompañar yo —gruñó Alex.
—No te preocupes, Alex. ¿Nos vemos el lunes? —le dije. Noté cierta decepción en su mirada, pero asintió con la cabeza.
Seguí a James y Thomas por el pasillo hasta el aparcamiento y me subí en la parte trasera del jeep de James mientras ellos dejaban sus mochilas en el maletero.
Ver así a Alex me hacía sentir muy mal, pero no podía darle esperanzas cuando mi corazón pertenecía a otra persona. No quería jugar con él como Dylan había jugado conmigo. Yo no era así, por eso desde el principio le dejé claro que solo quería que fuésemos amigos.
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No temas al amor
Genç KurguNunca creyó que él llegaría a romperle el corazón. Madison creía que el primer amor sería perfecto y que Dylan, el chico de sus sueños, nunca llegaría a romperle el corazón. Pero lo único que necesitaba era algo que la devolviera a la realidad. ...