30 | Dylan

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Cuando desperté, me encontraba tumbado en un sofá

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Cuando desperté, me encontraba tumbado en un sofá. El salón estaba iluminado por la luz nocturna que entraba por la ventana y noté que no estaba solo, frente al sofá había una silueta femenina.

—¿Madison? ¿Eres tú? —pregunté, para asegurarme.

Madison se mordió el labio y asintió con la cabeza. Llevaba un conjunto de ropa interior de encaje negro debajo de una bata de seda azul trasparente.

Me incorporé rápidamente y me froté los ojos con fuerza. Me encontraba tan aturdido y excitado a la vez. ¿Estaba ocurriendo de verdad o solo era un sueño?

—Estoy en un sueño, ¿verdad? —Mi pregunta consiguió sacarle una sonrisa.

Se deshizo de la bata y la dejó caer en el suelo antes de tumbarse sobre mí y colocar su cuerpo entre mis piernas. El sofá era pequeño, pero nuestros cuerpos cabían perfectamente en él.

Posó sus manos frías sobre mi pecho desnudo y un escalofrió recorrió todo mi cuerpo. No solía dormir sin camiseta y menos con el frío que hacía, así que claramente estaba dentro de un sueño.

Madison acercó su cara a la mía y unió nuestros labios durante unos segundos, lo suficiente para dejarme sin palabras. Acaricié su espalda lentamente de arriba abajo y ella dejó escapar un largo suspiro.

Llevaba tanto tiempo queriendo estar cerca de ella y deseaba tanto poder tocarla como lo estaba haciendo, que simplemente disfruté del momento.

Me costó bastante girar su cuerpo y quedar encima de ella, debido al poco espacio que había en ese sofá, pero ahora yo tenía el control. Besé y mordisqueé su cuello antes de descender a la parte superior de sus pechos. Mientras disfrutaba del suave tacto de su piel, coloqué mis manos en su cintura acercándola más a mí.

Madison estaba temblando y sabía que estaba disfrutando de este momento tanto como yo. Ascendí de nuevo hasta sus labios con la intención de volver a besarla, pero...

Inesperadamente, me desperté sobresaltado y con la frente cubierta por una fina capa de sudor.

Por suerte, me encontraba solo en la habitación. No me quería imaginar qué hubieran pensado mis primos si me hubieran visto despertarme de esa manera. Seguramente se habrían reído de mí.

Aquella mañana, bajé a desayunar con el pijama puesto y el pelo despeinado. No me preocupó mi apariencia en absoluto, porque casi todos los huéspedes iban como yo.

Dentro del restaurante, elegí la primera mesa que vi y el camarero se acercó a tomar nota de lo que iba a tomar. Me pedí un café y un plato lleno de tortitas cubiertas de sirope.

El camarero no tardó mucho en traerme el desayuno y lo devoré con rapidez. Cuanto menos tiempo pasara en el restaurante, menos posibilidades tenía de cruzarme con mi padre.

Al salir del restaurante, me encontré a toda mi familia reunida en la sala común.

Me apoyé en el marco de la puerta y observé a Madison, que se encontraba sentada en el sofá con la pierna estirada y una bolsa de hielo sobre la rodilla.

No temas al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora