55 | Madison

168K 9.6K 1.6K
                                    

Mis primos entran en la habitación como si fueran animales. Se suben a la cama y saltan sobre ella. Ambos han conseguido su objetivo, me han despertado. Les observo detenidamente para intentar averiguar qué están tramando.

—¿Por qué me despertáis así?

—Vamos a enseñarte Washington, ¡vamos!

Sean y Roland salen de la habitación veloces como balas. Me levanto de la cama y salgo de la habitación. Camino hacia al baño e intento abrir la puerta pero está cerrada. Llamo dos veces pero no recibo respuesta. Mat pasa a mi lado y me mira con curiosidad.

—¿Vas a salir? —le pregunto.

Asiente. Saca su teléfono y mira la hora.

—Tengo que irme. Por cierto, Dylan está en el baño.

Mat se despide y desaparece por el pasillo. La puerta del baño se abre sorprendiéndome. Doy un salto y me echo para atrás. Trago saliva cuando me doy cuenta de que solo lleva una toalla alrededor de la cintura y no para de mirarme fijamente.

—¿Quieres una foto?

Le empujo fuera del baño y cierro la puerta. Me cepillo el cabello y lo recojo en una coleta alta. Entro en la ducha y lavo mi cuerpo con cuidado de no mojarme el pelo. Cuando termino cierro el grifo y salgo de la ducha, rodeo mi cuerpo con una toalla y abro la puerta del baño.

—Date prisa o nos vamos sin ti —dice Dylan mientras pasa por mi lado.

Agarro fuertemente la toalla para que no se me caiga y salgo del baño para ir de vuelta a la habitación. Abro la puerta y camino directamente hacia la maleta. Abro la cremallera, saco unos vaqueros y rebusco entre todas las prendas hasta dar con mi camisa celeste.

Me visto rápidamente y me pongo las zapatillas. Deshago la coleta y observo cómo mi cabello cae en grandes cascadas sobre mi espalda. Estoy perfecta y lista para la excursión.

Salgo de la habitación y entro directamente en la cocina. Mi tía levanta la mirada de la sartén y me sonríe. Deja un plato sobre la encimera y señala uno de los taburetes para que me siente. Lo hago y miro a Roland que está sentado a mi lado. Tiene las dos manos llenas de cereales y pringosas por la leche.

—¡Roland, no! —Mi tía se acerca a él con un paño para limpiarle las manos—. ¿Cuántas veces te ha dicho mamá que no hagas eso?

—Nunca —miente el pequeño.

Cojo un trozo de bacon y lo introduzco en mi boca.

—Daos prisa o los chicos se irán sin vosotros —dice mi tía mientras ayuda a Roland a bajar del taburete.

—¿No vais a venir con nosotros?

Deja el vaso de Roland sobre el fregadero, se gira y niega con la cabeza.

—Tu madre y yo tenemos que hablar de tantas cosas.

Roland se mira las manos y se las enseña a su madre.

—Ve a lavarte.

El pequeño asiente y sale de la cocina.

—Por favor entretenerlos un rato. Sean nunca sale del sótano y Roland echa de menos pasar tiempo con su hermano mayor.

—Yo me encargaré de que se lo pasen bien. Es un bonito detalle por su parte que nos quieran llevar a ver la ciudad.

—Os va a encantar, no te vas a cansar de ver lo que esconde en cada rincón.

Dylan nos grita desde la puerta. Roland sale del baño y corre hacia él. Me despido de mi tía y cojo mi bolso. Cierro la puerta principal y me reúno con ellos.

No temas al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora