37 | Dylan

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El sábado por la tarde me marché pronto del hospital para cenar en casa con mi padre y prepararme para la fiesta

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El sábado por la tarde me marché pronto del hospital para cenar en casa con mi padre y prepararme para la fiesta. De camino, recogí a mis amigos y James me dio indicaciones para llegar a la casa de los Mikels, ya que era la primera vez que iba allí.

Su casa estaba justo al lado de la playa y cuando estuvimos delante de ella, abrí la boca sorprendido. Era grande, como la mía, y contaba con numerosos ventanales desde los cuales se podía ver todo su interior. Tenía dos plantas y las habitaciones parecían bastante espaciosas, aunque la decoración era bastante minimalista.

En una casa como esa era imposible tener intimidad.

Salimos del coche y James fue quien llamó al timbre. Tommy abrió la puerta y nos dio la bienvenida a su casa. Fuimos de los primeros en llegar y el ambiente estaba bastante calmado, la música estaba a un volumen bajo y casi todos los invitados se encontraban reunidos en el patio.

—Tomad, echaos un poco en la cara. —Nos entregó varios botes de pintura neón—. Si queréis beber algo, el alcohol está en la cocina —Señaló una puerta que había al final del pasillo—. Acabáis de llegar y me sabe mal, pero, ¿me podéis hacer un favor?

Tengo que saludar a algunos invitados y no puedo estar pendiente de la puerta. ¿Podéis abrir cuando llamen? Volveré pronto.

—Claro, nosotros nos encargamos —dijo James sin pensárselo.

Tommy nos dio las gracias antes de desaparecer en el patio.

—La noche va a ser muy larga —gruñó Thomas—. Voy a por algo de beber.

—Espera, te acompaño.

Mis amigos se marcharon y me dejaron solo en la entrada. Me apoyé en la pared y fui abriendo la puerta conforme llamaban.

Poco después, mis amigos salieron de la cocina y Thomas me ofreció un vaso lleno de cerveza.

—¿Por qué te has puesto tanta pintura? —le pregunté a James, que tenía el pecho completamente cubierto de pintura verde.

—Así llamo más la atención de las chicas —respondió como si nada.

—Y de cualquiera.

Thomas y yo fuimos más discretos y solo nos pusimos un poco de pintura en las mejillas y en los brazos.

Cuando Tommy se volvió a reunir con nosotros, nos dirigimos al salón. Desde que habíamos llegado no había visto a Madison y sus amigas, tal vez habían decidido no venir.

—¡Necesito que entréis todos en el salón! —dijo Tommy invitando a la gente que se encontraba en el patio a pasar al interior de la casa—. Muchas gracias a todos por venir. Como ponía en la invitación, esta fiesta tiene una temática, por eso os he repartido a cada uno un bote de pintura.

Tommy sacó su teléfono y pulsó la pantalla consiguiendo que todas las luces de la casa se apagaran. Era muy difícil verse en la oscuridad, pero gracias a la pintura que brillaba en la oscuridad pude distinguir algunos rostros conocidos.

No temas al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora