32 | Dylan

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—Chicos, sé que estáis muy emocionados de estar aquí, pero, ¿me podéis prestar atención, por favor?

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—Chicos, sé que estáis muy emocionados de estar aquí, pero, ¿me podéis prestar atención, por favor?

Nos encontrábamos en el vestíbulo del museo Burke de Historia Natural y Cultura de Seattle, ubicado a unos minutos de nuestro instituto.

—Antes de entrar al museo, me gustaría comentaros varias cosas. El objetivo de esta actividad es que os enriquezcáis de cultura y de conocimientos. No solo vamos a entrar a un museo, vamos a entrar a un mundo lleno de riquezas culturales de todos los tiempos. Espero que no salgáis con las manos vacías de esta visita.

—¿Eso significa que quiere que robemos, señorita Palmer?

—¡No! ¡Claro que no! Me refería a que tendréis que entregar un trabajo que expondréis por parejas en clase. Y dicho esto, vais a dividiros por parejas. Podéis recorrer el museo libremente en busca de un tema para vuestro trabajo, dentro de una hora nos vemos de nuevo aquí.

Mis compañeros no la dejaron terminar y desaparecieron escaleras arriba.

—Me voy a por un café —dijo la profesora Palmer, soltando un largo suspiro.

La mayoría de nuestros compañeros se dirigieron a la segunda planta, a la exposición de cultura contemporánea. Erika y yo decidimos subir a la tercera planta porque queríamos centrar nuestro proyecto en la exposición de paleontología.

Saqué una libreta de mi mochila y conforme íbamos recorriendo los pasillos, apunté los datos más interesantes. Erika, en cambio, se encargó de hacer fotos a la exposición con su teléfono.

—Sabía que al final te animarías —comentó mientras le hacía una foto al esqueleto de un mamut.

—¿Animarme a qué?

—A querer recuperarla. Nos ha contado lo que pasó en Crystal Mountain. Espero que no te eches atrás ahora.

—Erika, quiero estar con Madison, pero yo no soy lo mejor para ella en este momento.

—¿Por qué no? Si no sigues intentándolo, nunca conseguirás que ella vuelva a confiar en ti.

Nunca podría contarle a Madison todos los secretos que llevaba tanto tiempo guardando, así que ya me había hecho a la idea de que no volvería a confiar en mí.

—Sinceramente, todos nos hemos dado cuenta de lo mucho que has cambiado estos años. Pasaste de ser un chico alegre y sociable a ser un chico deprimido y solitario. Es obvio que lo que escondes te hace estar así. ¿No será mejor que seas sincero con ella para soltar todo lo que te preocupa y volver a ser feliz?

—No es tan fácil.

Comencé a caminar dejándola atrás, pero Erika no tardó en alcanzarme.

—Dylan, hazme caso por una vez. Si no espabilas, la vas a perder.

Nos miramos durante unos segundos y después retomamos lo que estábamos haciendo.

—Yo debería estar cabreada contigo, no ayudándote a recuperarla —dijo antes de darse la vuelta y darme la espalda. Aproveché que estaba concentrada haciendo una foto para esbozar una sonrisa.

No temas al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora