18 | Dylan

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—¿Ya has terminado? —La voz de Joseph me obligó a levantar la mirada del examen

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—¿Ya has terminado? —La voz de Joseph me obligó a levantar la mirada del examen.

—Sí, un momento.

Apunté una última cosa antes de entregárselo y estirar los brazos en señal de libertad. Era mi último examen y eso me llenaba de felicidad.

—Si sacas buena nota pasarás a tu último año con matrícula de honor y serás libre durante todo el verano. ¿Estupendo, no?

—Sí.

Joseph dejó el examen sobre la mesa del despacho y giró el cuerpo para volver a fijar su mirada en mí. Cruzó los brazos y apoyó el cuerpo en la mesa.

—¿Qué planes tienes para el próximo curso?

—Creo que ya estoy preparado para volver al instituto.

—¿No quieres seguir viéndome todos los días en clase? —Joseph soltó una breve carcajada.

—No es eso y lo sabes. He aprendido mucho contigo este año y te estoy muy agradecido por eso, pero necesito volver a la vida real.

—Lo entiendo y me alegro de que ya estés preparado.

Joseph era un gran amigo de la familia y una persona estupenda, nada que ver con el hombre al que llamaba padre. Nunca podré agradecerle todo lo que me enseñó durante los dos años que pasé encerrado en casa, cuando solo iba de casa al hospital y del hospital a casa. Fue mi profesor particular y la única persona a la que vi durante ese tiempo, pero sobre todo se convirtió en un gran consejero y amigo.

—Para lo único que no estoy preparado es para enfrentarme a mis compañeros. Han pasado dos años desde la última vez que los vi y sé que me van a preguntar sobre cosas sobre las que no sé si estoy listo para responderles. —Bajé la mirada para que no descubriera la verdad detrás de mis palabras.

—Dylan, no me creo que lo que realmente te preocupa sean tus compañeros. Cuando hablas de ellos, en realidad, estás refiriéndote a Madison.

Tenía razón.

Todavía recordaba la última vez que Madison había visitado mi casa. El timbre no dejó de sonar y mi padre se puso de los nervios. Le pedí que fuera amable y que se inventara cualquier cosa para mantenerla alejada de mí, tal y como me había propuesto tras el accidente.

No sé cómo lo hizo, pero mi padre consiguió que Madison no volviera a buscarme ni a preguntar por mí.

—A ti no puedo ocultarte nada, me conoces demasiado bien. —Levanté la mirada para encontrarme de nuevo con la suya—. Madison va a pedirme muchas explicaciones.

—Y tú vas a evitarla, ¿verdad?

—No debería hacerlo, pero tomé la decisión de apartarme de su vida y no creo que después de todo este tiempo me deje volver a ella, por muchas explicaciones que le dé. —Me tapé la cara con las manos—. Lo hemos hablado mil veces. La he cagado, lo sé, pero no podía permitirme perder a nadie más.

—¿Te das cuenta de que, creyendo hacer el bien, le hiciste el daño que tú mismo decías que querías evitar?

Sus palabras atravesaron mi corazón, como flechas afiladas, haciendo que me diera cuenta de que realmente no tomé una buena decisión y que ahora debía afrontar las consecuencias.

No temas al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora