Capítulo 11

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Eider.

No dejé de golpear la puerta de madera negra, hasta que me gritaron un fuerte: "¡Ya va!"

Ni bien me abrieron la puerta de la casa hacia donde me había dirigido, me adentré apretando la mandíbula.

¿Qué se pensaba? ¿Qué nadie se preocupó por ella o qué?

Me tragué mis pensamientos y busqué con la mirada a Miriam.

—¿A quién buscas, Eider?—me preguntó él con las cejas fruncidas.

—¿A quién voy a estar buscando, tonto? a Miriam, está aquí y no lo niegues.

Lo escuché suspirar, tranquilizando su semblante.

—No le digas que te dije, está en la habitación. Llegó llorando y me pidió si podía estar aquí unos días.

—¿Es tonta o se hace? si sabía que ella podía ir a casa, es más, Ethan le dejó muy en claro que tenía la opción de venir si algo salía mal en la cena.

—No tengo idea, Eider, no la podía dejar afuera y me pidió que no dijera nada a nadie de donde estaba.

—¿Tú sabías que su mamá pensaba que estaba en mi casa? oye, si algo le pasaba serían mis padres los responsables porque supuestamente ella estaba en mi casa conmigo.

Él chasqueó la lengua y me dedicó una mirada cargada de cansancio.

—Solo sube y cierra el hocico, a ella no le pasó nada malo, está arriba ayudándome.

Me ordenó y elevé una ceja. A mi nadie me da órdenes.

—¿Ayudándote con que?

Él giró los ojos.

—Con Max. Últimamente está muy pesado y Miriam lo logró calmar, estoy aprendiendo un poco.

Antonio sonrió al decir lo de Miriam. Solté el aire que estaba acumulado en mis pulmones, y subí las escaleras hacia la habitación.

Me quedé parada en el umbral de la puerta, Miriam estaba de espaldas sentada en un sillón pequeño, sostenía a Max en sus brazos, supongo que lo estaba haciendo dormir.

Di dos golpecitos en la puerta que yacía abierta, intenté llamar su atención y...

—Antonio, que bueno que estás aquí. Necesito unos pañales ¿Podrías alcanzarme al menos dos? están en la repisa de tu baño.

Dijo, pero no se dio la vuelta, se quedó sosteniendo a Max. Salí de ahí, encaminándome al baño, tomé unos cuantos pañales del paquete verde fuerte y volví a la habitación.

No me di cuenta que había una pequeña cuna al costado de la cama. Era toda azul con ositos marrones a su costado, antes de que se me escape una sonrisa, seguí de largo y estiré los pañales por encima de los hombros de Miriam.

Ella intentó tomar uno pero antes de que lo toque, me lo llevé hacia mi pecho.

Mi prima se dio la vuelta y cuando me vio, abrió los ojos y se levantó del sillón lo más rápido que pudo, casi tira a Max por eso. Negué con la cabeza mientras me crucé de brazos.

—E-Eider—le costó hablar— ¿Cómo me encontraste?

—Miriam ¿Qué demonios te pasa por la cabeza al desaparecer por 4 días—se quedó callada— ¿Y por qué dices que estás en mi casa sabiendo que no es así? Tus hermanos pensaron cualquier cosa.

No dijo nada y en eso apareció Antonio.

—Se lo dijiste tú. ¿No es así, bocón?—se dirigió al pelirrojo.

El secreto de los Bosch [✔]  [COMPLETA|| EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora