Capítulo 28

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Eider.

No habrán pasado más de una hora cuando la tía Samira, madre de Antonio, y exmujer de Marcell, cruzase la puerta principal junto al mayor de mis tíos.

Samira era una mujer de no más de los cuarenta y tantos, sus tacos rojos resonaban con su caminata serena hasta que tomó asiento por orden de Brunno. Y déjenme contarles que Evangeline no estaba, no sabía a donde se había metido.

Lo único que recordaba de ella era verla cruzar la puerta hacia otra habitación, diría otro pasillo, ya que en la mansión en la que nos encontrábamos, además de ser antigua, te solía confundir demasiado con los pasillos y puertas, habían demasiadas y cada una de ellas te llevaba hacia un lugar distinto.

Samira tomó asiento en el extremo libre de la mesa, al parecer, confundida.

Le dio una mirada cargada de asco a Marcell, él solo la ignoró, levantando a Max un poco.

Su cabello marrón oscuro caía en un perfecto alisado hasta por debajo de sus hombros rectos, si alguien la miraba muy, muy de cerca, podían descifrar que ella estaba rondando los cincuenta y tantos, debido a que sus arruguitas pequeñas la hacían ver como una mujer pisando la vejez y más con las notables canas que tenía en la parte superior.

—Uhm...—se aclaró la garganta una sola vez, antes de preguntar—¿Qué estoy haciendo aquí?—nadie le contestó y prosiguió— Les recuerdo que yo no soy más la esposa de Marcell, por lo que no sé qué demonios estoy haciendo aquí, alguien que sea tan amable de explicarme...

—No te hagas la desentendida—le dijo Brunno.

La desentendida era yo, por favor, ayuda.

—No, no me hago la desentendida, Brunno—miró a Marcell por un momento, como pidiéndole ayuda—, no sé de qué están hablando, mejor explíquenme antes de que...

Dejó de hablar automáticamente cuando la figura femenina de Evangeline apareció frente a nosotros, el rostro de la madre de Antonio se había convertido en uno de pura sorpresa, sus ojos se agrandaron, se había ido aquella mujer furiosa para hacer aparecer a una mujer atrapada entre el temor y el asombro. Porque eso era lo que Evangeline Bosch causaba.

Samira dejó caer sus brazos a los costados de la silla mientras el abuelo hacía ruido con su silla en lo que se movía de un lado a otro.

Ahora estaban enfrentadas, y solo una mesa larga las separaba.

—Finalmente nos conocemos, Samira...—la voz calmada de Evangeline al pronunciar cada palabra hizo que los vellos de mi piel se ericen, ella manejaba tanta tranquilidad que asustaba— ¿O es que acaso debería llamarte... Tamara?

¿Qué mierda acababa de decir?

Otra maldita persona más en mi vida que me engañaba con el tema de los nombres.

No me jodan. Este era el puto día de las putas sorpresas al parecer.

¿Quiere decir que la tía Samira nos engañó toda nuestra vida, y que en realidad no se llamaba Samira y se llamaba... Tamara?

Joder.

No me pregunten por qué demonios hice lo que hice. Pero mi primera reacción ante las palabras de Evangeline, fue cubrirme la boca como sexta vez en el día y girar mi cabeza hacia Antonio. Quien, al parecer, no lo sabía. Y por sus facciones me di cuenta de que mis suposiciones eran ciertas.

Mi primo dejó que Marcell sostenga a Max cuando casi se le caía y se lo llevase hacia afuera antes de negar con la cabeza en dirección a su exesposa, en lo que su hijo observaba a su madre con... Dolor.

El secreto de los Bosch [✔]  [COMPLETA|| EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora