Capítulo 27

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¡Hola, lectores!

¡Pónganle un condón al capítulo porque se vieneeeee! UFFF.

Antes de que comiencen el cap quería aclararles algo cortísimo, la primera; preparen sus gargantas para gritar de la sorpresa, y la segunda; UUUUF, este capítulo costó horrores que lo terminase de escribir, costó mucho y les agradecería de todo corazón, que lo puedan apoyar. ¿Cómo? Pues fácil, ya sea comentando, votando, o compartiendo la historia. Eso también beneficia.

Sin nada más que decir, me retiro y espero que lo disfruten.

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Eider.

La mujer dejó de estar quieta, y como si una clase de fuerza empoderada y con aires de grandeza la poseyera, comenzó a caminar por la sala, paseándose entre medio de todos nosotros, quienes seguíamos viendo con la cara en shock.

En verdad no podía creer como había sido yo tan estúpida al no darme cuenta de lo que estaba sucediendo al nuestro rededor.

Ella sonrió, viéndonos con superioridad.

Volteé a ver a Brunno porque no sabía qué hacer en cuanto la mujer estuvo cerca de mí, su aroma peculiar, ese aroma familiar me resultaba extraño, pero a la vez, lo sentía como si fuese que estuvo conmigo en todo momento, era más como un recuerdo desbloqueado.

Mi tío estaba por hablar, lo presentí, sabía que estaba por hablar, y es que cuando Brunno hacía algo, siempre se colocaba en una pose recta, se enderezaba en su lugar, como queriendo imponer que él mandaba en cierto modo, estaba por decir algo, más bien, por decirle algo a la mujer, sin embargo, la mujer de cabello marrón, cubierto con un gorro de lana negra, la interrumpió.

—Veo caras nuevas por aquí, deben ser las nuevas generaciones—su vista fue hacia cada uno de nosotros, sus ojos los pude detallar mejor, eran verdes, del mismo color de ojos que Brunno, solo que estos ojos se veían... Llenos de impotencia. Se colocó frente a Frederic, cómo si no le importase esa media cabeza que le sacaba al hombre—. Pero seguimos teniendo ese mismo vínculo que en algún punto nos une a todos. ¿No es así, Frederic?

El padre de Miriam, al escuchar el acento británico de la mujer al hablar sin soltar una pizca de nerviosismo ni aquellos temblores en el cuerpo que ocasionaba el hablar con mis tíos, también se enderezó, queriéndole demostrar a aquella mujer, que él no le tenía miedo a nada, ni siquiera a ella.

—¿Qué se supone que estás haciendo tú aquí? ¿No tendrías que estar en Moscú con Alisa?—quiso ocultar la quebradura que tomó su voz al hablar Frederic en un tono vacío, pero no le salió.

¿Alisa? ¿Alisa Bosch? ¿Mi... Bisabuela? Pensé.

—Alisa murió hace veintiún años, querido, actualízate, por Dios, lo que quiere decir que...—giró su cuerpo, dándole la espalda a Frederic, que tenía la mandíbula más apretada que de costumbre, y sus ojos captaron a mi primo— Esa es la cantidad exacta de años en lo que no los he visto, pero sí me acuerdo de ustedes dos. El pequeño Antonio y el bebé Ethan—ladeó la cabeza, dándome una vista perfecta de los confundidos que estaban mi primo y mi hermano.

Y era un buen momento para decir que el rostro de ambos era el rostro que teníamos todos. Así que; todos éramos Antonio y Ethan.

—¿A mí?—preguntó mi hermano, frunciendo las cejas al instante.

—¿Quién? ¿Yo?—mi primo se señaló a sí mismo con su dedo índice, mientras que con la otra mano se encargaba de acomodar a su hijo en sus brazos.

El secreto de los Bosch [✔]  [COMPLETA|| EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora