Capítulo 24 |1|

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Eider.

Alan a veces podía llegar a ser un poco atrevido, por lo que nos encontrábamos en un aula vacía, distinta a las anteriores donde habíamos tenido nuestros encuentros.

Pero no era distinta solo por las ubicaciones de las mesas, sillas, pizarra y todas esas mierdas, hablaba en el sentido de que estaba extrañamente decorado con globos naranjas y blancos, jodidamente mis dos colores favoritos, había también una caja en el medio del salón, una caja grande.

El chico de cabeza violeta cerró la puerta detrás de él ni bien los dos permanecimos unos segundos adentro, prendió las luces puesto a que estaban apagadas y me giré para verlo con mi cabeza ladeada y una ceja alzada.

—¿Me trajiste aquí y me hiciste dejar a mis primos en la cafetería para que pueda notar tu intento de fiestita sorpresa?—le pregunté mientras él se metía las manos en los bolsillos de su pantalón, algo... Nervioso, lo sentí al instante.

Diablos, me fascinaba adivinar las emociones de las personas, me gustaba jugar con aquellas, ya saben, si alguna persona estaba nerviosa, me gustaba colocarlo todavía más incluso si podía, así que fue eso lo que intenté hacer.

—Esa es una de las principales razones por la cual te guíe hasta aquí—me confesó, evitando mi mirada y posándola en mis piernas, maldito pendejo, estaba jugando sucio—. Como ves, esto es algo... Improvisado. ¿Por qué no me dijiste que era tu cumpleaños?—levantó la mirada, pero no me miró, podía deducir que estaba viendo a la ventana cerrada del salón.

Alcé una ceja casi al instante.

—¿No se supone que eso lo deberías saber ya? Digo, eres un enmascarado, debes saber todo de mí ¿No es así?

—Sí, pero no soy muy bueno recordando fechas. Cuanto el norteño de tu primo y los otros estaban haciendo mucho ruido en armarte ese letrero, supe que cumplías años.

—Te felicito.

—No seas así, si ni siquiera abriste mi regalo—me señaló con su cabeza al costado de donde estaba parada de brazos cruzados—. Todo tuyo—miré la caja con cierta tenebrosidad que no dejé que se notara en mis facciones.

Solté un suspiro cargado de temor, no por lo que sea que estuviese allí dentro, sino porque estábamos los dos putamente encerrados, agradecía que las luces estaban prendidas y siempre llevaba mi navaja. Dios, si Brunno supiese lo que yo, me ahorcaría de manera tan fuerte por estar con una persona enemiga.

Me fui acercando poco a poco a la caja ni bien sentí a Alan acercarse a mí. La caja estaba cubierta de un papel verde, odiaba el verde con mi vida, un moño grande blanco y una especie de cartita o notita que guardé en mi sujetador sin que se diera cuenta.

Quité la tapa suavemente, esperándome al menos que una persona salga y me dispare para así poder clavarle la navaja en el cuello antes de que si quiera pueda respirar. Estaba preparada para todo tipo de sorpresa. Pero no fue lo que me encontré.

De aquella caja salieron cuatro o cinco globos con lo suficiente helio para mantenerse pegado en el techo. Me los quedé viendo como una boba al menos unos cinco segundos hasta que escuché la risa ronca de Alan detrás de mí. Volví a suspirar y miré disimuladamente hacia adentro.

Un oso blanco, obviamente de peluche, se veía tan suave que me daban ganas de apretarlo hasta asfixiarlo, aunque no tuviese vida propia. No pude evitar sonreír ante el regalo.

Lo tomé con mis dos manos, haciendo puntitas de pie ya que la caja era grande y estaba en una mesa algo alta, estiré mis brazos al terminar de sacar por completo el osito.

El secreto de los Bosch [✔]  [COMPLETA|| EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora