Capítulo 22

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Eider.

—¿Otra vez es el pendejo este?—Antonio se quejó en voz alta, logrando que mi tío enfoque y apriete sus inquietantes ojos verdes que ponían de nervios a cualquiera en el joven cual en este momento lo miraba con las cejas fruncidas, confundida.

Brunno apretó su agarre en el cuello de la camisa blanca de Alan, y yo acomodé mejor a Max, tratando de demostrar que no me importaba lo que mi tío hacía, cuando la realidad era otra, aunque lo niegue repentinas y odiosas veces, todavía estaba endeudada con Alan.

—Se llama Alan, y, oye—me dirigí a mi tío, consiguiendo que deje de mirarlo—, lo puedes soltar, no hizo nada malo.

—¿Qué no hizo nada malo?—repitió mi argumento en forma de pregunta, incrédulo, pero sin más, asentí, segura—¿Qué? ¿Ahora esconderse entre los arbustos e intentar meterse a tu casa no es nada malo?

Abrí un poco los ojos para luego observar a Alan, quien me miraba como si me estuviese pidiendo ayuda, el agarre de mi tío no cesaba, por el contrario, podía haber jurado en ese momento que él estaba ejerciendo más fuerza.

—Yo no me intenté meter en esta casa en ningún momento, lo aclaro de ante mano antes de que me asfixie, señor—habló por primera vez Alan desde que Brunno lo sacó—, solamente quería hablar con Eider... Así qué ¿Me puedes ayudar?

—¿Y en qué te puedo ayudar yo?—guardé mi navaja en la parte interna de la manga de mi chaqueta que, en realidad era de Antonio, pero jamás la reclamó, por lo que era mía.

—No lo sé, puedes empezar por pedirle que me suelte ¿No lo crees?—soltó con un poco más de fuerza, y pude notar que mi tío estaba apretando el cuello de la camisa cada vez más fuerte, miré a Antonio en busca de ayuda, ya que a mí, Brunno no me haría caso.

Antonio rodó los ojos, por lo que interpreté que me ayudaría, él siempre hacía aquello cuando aceptaba algo, si no, lo hacía porque quería.

—Bien, Brunno, creo que vinimos hasta aquí para hablar de temas importantes, y como puedes ver—sonrió—, el pendejo no es muy importante que digamos. Por lo que pienso, que lo puedes soltar.

Mi tío gruñó en respuesta, y de a poco fue soltando a Alan, empujándolo a penas cuando lo terminó de soltar. Alan se acomodaba la camisa mientras Brunno y Antonio no lo dejaban de ver.

—No te quiero ver más por aquí—advirtió mi tío, con un dedo índice en la dirección de Alan—, y si tanto quieres hablar con Eider, pues será en otro momento, porque es mi deber informarte que mi sobrina se va conmigo ¿Sí? Adiós—Brunno me tomó de la muñeca, separándome un poco del chico cabeza violeta, haciendo que acomode mejor a Max.

Alan se me quedó mirando, y sentí que le debía una explicación, después de todo, él viajó hasta mi casa para hablar conmigo ¿No?

—Tú solo entra a la casa, está Ethan, ya después hablamos—fue lo que le dije, y dejé que mi tío empuje a Alan hacia el interior de mi casa.

—¿Te volviste imbécil?—me preguntó Brunno, luego de suspirar y soltarme la muñeca. Max empezó a llorar consiguiendo que Antonio ruede los ojos por enésima vez y me lo quite, llevándoselo a un lugar más separado de nosotros.

—¿Imbécil por qué?—le recriminé con las cejas fruncidas.

Mi tío se tomó el puente de la nariz, volviendo a suspirar.

—Hablemos de otra cosa ¿Para qué me llamaron?—trató de saber, abriendo los ojos nuevamente.

Miré para ambos lados, asegurándome de que no haya nadie espiando.

El secreto de los Bosch [✔]  [COMPLETA|| EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora