Capítulo 9

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Ethan.

Los ventanales de vidrio explotaron causando silencio en toda la sala de la mansión en la que nos encontrábamos todos. Vi como mi hermana se cubría el rostro al mismo tiempo que se acercaba a Miriam buscando protección.

Antonio se levantó de la silla lo más rápido que pudo y desapareció por uno de los pasillos, dejándome sentado solo y sin saber que hacer.

Pero Brunno jamás soltó el teléfono, como si fuese que eso le importaba más que lo que nos estaba pasando, porque nos estaban atacando. Los hermanos de mi papá se levantaron mientras que se acercaban al ventanal con pocos vidrios rotos, me uní a ellos y...

—¿Qué carajos...?

En el suelo yacían dos rocas grandes, que supuse yo que esas fueron con las que rompieron el vidrio.

Frederic reaccionó al mismo tiempo que mi papá, cuando descubrieron una nota pegada en una de las rocas. Por desgracia no las alcancé a leer, ya que mi papá se la guardó antes de que Frederic haga alguna que otra estupidez, últimamente hacía muchas de esas.

—¡Eider!—escuché a uno de los gemelos gritar con asombro, y cuando me di vuelta, mi hermana estaba en el piso boca arriba.

No... no otra vez.

A pasos apurados me acerqué a ella. Miriam le daba ligeros golpes en su rostro, esperando a que reaccionara mientras la nombraba una y otra vez.

Supe como reaccionar y medí sus signos vitales, al costado de su cuello, en su muñeca. El pulso se estaba debilitando.

—Páralo, ahora—Brunno detrás de mi, habló al teléfono con los dientes apretados.

¿Con quién era tan importante que hablaba ese que no se daba cuenta que su sobrina no respondía? Tomé el rostro de mi hermana con mis manos y comencé a desesperarme.

—Eid, responde, por favor.

Pero nada, no me estaba escuchando y eso me colocó frustrado, era lógico. Antonio llegó agitado de dónde se había ido.

Casi se le salen los ojos.

—Listo, ya avisé a los guardias para que... ¡¿Que mierda le pasó a Eider?!—se sacó la chaqueta de cuero, lanzándola al suelo de manera rápida y se arrodilló al lado mío, haciéndome tranquilizar un poco.

—N-no lo sé, E-ella estaba—Miriam no podía ni hablar, su voz se cortaba a cada nada.

Miré a mi papá, él miró al abuelo, pidiéndole permiso para hacer algo.

—No te quedes ahí parado, Ernesto, es tu hija, es mi nieta ¿Crees que puedo hacer algo en esta silla de ruedas? Llévala a la habitación de arriba. Hagan algo.

Como ninguno reaccionaba, levanté a mi hermana con ayuda de Antonio y subimos las escaleras hasta una habitación en particular.

En la mansión habían varias habitaciones, desde una sala de cine, hasta una mini enfermería. Nos adentramos en ella y recostamos a Eider en una camilla.

Antonio sacó su teléfono diciendo que llamaría a una ambulancia y yo me acerqué a Eider tomándole una mano.

A mi mente le llegaron imágenes del pasado, cuando la vi por última vez en una camilla... En esa situación...

Moví la cabeza despejando mis pensamientos, me negué a volver a pensar en eso, fue una promesa que nos hicimos ambos. No iba a romperla.

—Vas a estar bien, lo juro—susurré, me di cuenta que de su oído salía sangre—. Mierda—insulté mientras buscaba un algodón.

El secreto de los Bosch [✔]  [COMPLETA|| EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora