Capítulo 10

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Eider.

Realmente no sabía que pensar.

Se salieron con la suya y lograron convencer a Antonio de realizar una prueba de paternidad con Max.

Ethan me había dicho que lo iba a convencer de que no era necesario, pero salió todo mal y aquí estamos.

Antonio había llamado por su teléfono a uno de los laboratorios más caros de Jacksonville, pienso que el ser un laboratorio privado, no tienen diferencias, los resultados estarán en 10 días. Nos tocaba esperar.

Suspiré tomando la mochila para luego bajar hasta salir de mi casa. Hoy es un nuevo día, por lo tanto, tenía que subirme al auto con Gastón para que me llevara a la preparatoria.

Giré mi cabeza para la ventanilla, la verdad no me disgusta la ciudad, es bastante cómoda y grande. Pasamos por varios locales de comida, de ropa, pasamos también farmacias. Mi barriga emitió un sonido, era el monstruo del desayuno indicándome que tenía hambre.

Gastón también escuchó el sonido de mi barriga, me reí causando que él haga lo mismo.

Se aclaró la garganta antes de hablar.

—¿Desea que frene el auto y baje a comprarle algo para el resto del camino?—me observó por unos segundos, con sus gafas de sol puestas, por el espejo retrovisor.

Levanté mi vista hacia él.

—No hace falta, Gastón, se hará tarde. En la cafetería comeré algo—le resté importancia.

Inclinó la cabeza para un lado, se veía tierno.

Se fijó en su reloj negro en su muñeca y volvió al volante.

—Si me permite opinar, todavía es temprano, llegará a tiempo si doblo aquí y compro algo para comer—dijo y arrugué la nariz—, además yo también tengo un poco de hambre, señorita.

Solté una risita y sonreí.

—De acuerdo, pero solo porque tú también quieres desayunar algo. Y pagaré yo.

—Invito yo—negó la cabeza acomodando el espejo.

Le di una mala mirada ¿Cómo invitaría él?

—¿Qué? de todos estos años, nunca la invité a desayunar, la primera vez tengo que pagar yo, déjeme hacer ese honor. En otra ocasión lo pagará usted—terminó.

—Está bien.

Él me dedicó una sonrisa ladina y giró el volante para llevarme a no se donde.

Al cabo de unos minuto, el auto se estacionó en un pequeño restaurante al aire libre. Gastón me pidió que buscara una mesa y así fue. Busqué la mesa más cercana, un poco de aire fresco no me haría mal.

Tomé asiento al mismo tiempo que él. Nos distrajimos hablando de la bonita vista que el lugar ofrecía. El restaurante estaba ubicado cerca de la preparatoria, así que nos quedó bien. Había muchas personas hablando a nuestros costados. Al parecer la comida era buena.

Se nos acercó una joven con una coleta baja y un delantal rojo.

—Buenos días ¿Ya tienen el menú? ¿Algo que pedir?—preguntó mientras sacaba un anotador con una pluma.

Gastón me miró esperando a que pida yo primero. Miré a la joven y le sonreí.

—Una ensalada de fruta con un jugo exprimido de naranja, por favor—pedí eso ya que, según mi hermano en lugares así, no queda muy bien que me pida un té con leche y galletas de chocolate, que es lo que generalmente desayuno.

El secreto de los Bosch [✔]  [COMPLETA|| EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora