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—¡Moriré, moriré, moriré! ¡Voy a morir! ¡Definitivamente estoy muerto!— gritó Zenitsu presa del pánico—. ¡Me separé de Tanjiro!

—¡Teruko! ¡Teruko!— dijo ahora el niño mientras se aferraba a mi mano con fuerza, intentando recibir algún tipo de contestación de su hermana desde algún punto de la casa—. ¡Soy yo, tú hermano Soichi!

—¡No, no grites!— agarró la ropa del niño, separándolo de mí—. ¡Sí gritas tan alto el tipo malo nos acabará oyendo y vendrá a devorarnos! Salgamos fuera— suspiré levemente, preparada para reclamarle, siendo cortado por el niño.

—¿Fuera?—dijo con una pequeña mueca—. ¿Por qué? ¿Solo piensas en salvarte a ti mismo? ¿Acaso no te da vergüenza decir que vas a morir?— se soltó de su agarre de un movimiento brusco mientras se sostenía nuevamente de mi mano—. ¿No te parece patético aferrarte de alguien menor que tú? ¿Para qué llevas entonces esa katana?— casi podía ver flechas atravesando el cuerpo de Zenitsu con cada palabra que soltaba el niño—. ¿Piensas dejar todo el trabajo a tu novia?

—Tus palabras son muy afiladas...— murmuró Zenitsu adolorido mientras se aferraba a él derrotado—. ¡No! ¡No es eso! ¡Es que yo no puedo ayudarte!

—¡Suéltame!— gritó el niño, intentando separarse del rubio mientras tiraba de mi brazo en busca de ayuda.

—Vosotros dos, estaros quietos de una vez— reclamé mientras ponía al niño detrás de mí mientras sostenía el hombro del cazador para que no pudiera apegarse nuevamente al menor.

—___, ¡sigues aquí! ¡Gracias a dios!— suspiré levemente algo sorprendida mientras me abrazaba aliviado.

¿Tanto miedo tenía como para no percatarse de que yo estaba aquí, justo junto a él?

—Bien, escucharme atentamente. Lo primero que vamos a hacer es buscar la salida— informé con firmeza—. Esta casa, definitivamente, no es un sitio seguro para un niño. Después iremos a por los de...— Zenitsu tomó nuestras manos con brusquedad, cortando mis palabras.

De inmediato comenzó a correr, arrastrándonos hacia el final del pasillo, donde nos esperaba la salida. Pero en cuanto abrió la puerta de par en par, no vimos el pequeño claro o la caja donde se resguardaba Nezuko, sino otra habitación de la casa.

—Me lo suponía— murmuré mientras posaba mi mano en el marco.

—¡No, no puede ser! ¡Recuerdo que esta era la entrada!— gritó histérico y presa del pánico—. ¿Hacia dónde se fue la salida...? Esta puerta...

—Tranquilízate Zenitsu— dije mientras posaba mi mano en su pelo—. Esta debe ser la habilidad del demonio, así que si caminamos por un rato puede que encontremos alguna otra salida— comenzó a correr nuevamente hacia otra de las puertas.

—¡Qué sea esta de aquí!— deseó mientras la abría, quedándose quieto y en completo silencio durante unos segundos.

Tanto Soichi, como yo nos asomamos por la puerta ante la larga pausa que se había formado con curiosidad. Haciendo que parpadeara confundida mientras ladeaba la cabeza con una pequeña sonrisa indescriptible.

—¿Eso es un jabalí?— pregunté para mí.

En el interior del cuarto había un chico de nuestra edad (o eso suponía), con una cabeza de jabalí usada a modo de máscara, los inconfundibles pantalones de los cazadores de demonios y un par de katanas gemelas con la zona cortante con pequeñas concavidades. El cual se giró en nuestra dirección mientras expulsaba humo por la nariz.

—¡Es un monstruo!— gritó el rubio. Me apresuré a tomar el cuello de la ropa de ambos varones, apartándolos de la puerta para evitar que el enmascarado los arrollara—. ¿¡Por qué te quedas viéndome con esa cara!?— gritó mientras miraba al menor con los ojos apunto de llorar.

Kitsune [Kimetsu no Yaiba]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora