Kitsune [Kimetsu no Yaiba]

24

Un suspiro bajo y largo escapó de entre mis labios mientras me miraba en el espejo, acomodando lo mejor que podía mi cabello en una especie de coleta baja que amarraba con un cinta (como acostumbraba a llevar siempre). Antes de llevar las manos hacia mi máscara para acomodarla a pesar de que esta no se había movido en lo más mínimo.

Saliendo de la habitación mientras acomodaba el arma en el lugar correspondiente de mi cinturón, adentrándome por los distintos pasillos de la finca en completo silencio. Pasándome primero por la cocina para robar algo de comer antes de dirigirme hacia la entrada de la finca.

—Buenos días ___-chan— saludó Akira con una sonrisa, manteniendo sus manos escondidas tras su espalda.

—Buenos días para ti también Akira-chan— dije en un tono bajo y ronco tras dejar salir un bostezo largo que cubrí con mi rostro—. Por cierto, ¿qué hora es? Hay mucha luz— pregunté, dando otro bocado al trozo de pan que había robado de la cocina.

Arqueando una ceja con curiosidad al ver como sus manos se movían nerviosas a su alrededor. Era bastante extraño verla actuar de esa manera, sobre todo cuando era alguien que siempre mantenía una actitud bastante tranquila, despreocupada y directa.

—Ya casi es mediodía.

—¿Ah, sí? Vaya, he dormido bastante más de lo que pensaba— dije mientras estiraba mis brazos, notando como mis hombros crujían—. Ya era hora de tener un buen sueño reparador, ¿sabes? Llevaba meses sin poder dormir tan bien como hoy, y eso que me acosté bastante tarde. Estoy como nueva.

—Oye, ___, a todo esto— me volví hacia la chica a la espera de que siguiera hablando y me contara que era eso que la estaba perturbando tanto como para no poder estar tranquila.

—¿Ocurre algo?

—El chico con el que viniste ayer... ¿cómo se llamaba?

—Kaigaku— asintió rápidamente—. ¿Qué es lo que ocurre con él? ¿Ha hecho algo?— fruncí levemente el ceño, esperando a que siguiera hablando.

—Es que... se ha marchado con el amanecer— dijo rápidamente, atropellando las últimas palabras, haciéndolas casi inentendibles—. Se que debí detenerlo, pero no logré alcanzarlo cuando me di cuenta de que era é— suspiró levemente, apartando la mirada hacia un costado—. Es bastante más rápido que yo, y cuando salí fuera para poder alcanzarlo y detenerlo, ya no estaba en mi rango de visión— hizo una pequeña mueca—. Supongo que debí ir a despertarte a penas ocurrió, pero no quise molestarte. Ayer parecías estar bastante cansada, y ya era imposible que lo alcanzaras. Lo siento mucho.

—Ah, no te preocupes tanto por eso, ya sabía que se iba a ir— dije tras dar un largo bostezo, intentando eliminar los últimos rastros de sueño de mi cuerpo—. Y, de todas formas, escuché como se marchara. Aun estaba despierta cuando lo hizo y no fue muy silencioso que digamos. Así que no tienes porque sentirte culpable por lo que ha pasado.

—¿Eh? ¿Cómo que sabías que iba a hacerlo?— dijo sorprendida, antes de fruncir el ceño algo molesta.

—Lo intuía más bien— me encogí de hombros sin querer darle mucha importancia—. Intentó marcharse en la noche, pero justo estaba fuera tomando algo de aire y logré persuadirlo a que esperara un poco. Aun así, sabía que lo intentaría nuevamente tarde o temprano.

—¿Y por qué no lo detuviste? Fuiste tú quien lo arrastró hasta aquí para que sanara sus heridas, ¿verdad?

—Ya...— murmuré, sentándome en el suelo para calzarme—. Pero no puedo obligarle a hacer algo que no quiere. Ya le expliqué lo que debería hacer si no quería empeorar y acabar en peores condiciones, e incluso muerto, y eso era quedarse aquí hasta estar completamente recuperado— dije mientras me ponía la otra bota—. Hacerlo o no ya es cosa suya.