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Cerré el libro de golpe, sin llegar a producir ningún sonido con este, dejándolo junto a uno de archivos (que ya había leído y que no me habían servido de mucho) en cuanto escuché las pisadas de los pilares dirigirse hacia el patio. Llevando mi mirada casi de inmediato hacia el exterior para no perderme ni un solo detalle de este momento en lo que llegaba Kagaya, además de conocer así a mis nuevos compañeros, o al menos llegar a distinguir sus rostros...

No estaba nada emocionada de eso último.

Una mayor parte de mí quería huir y volver a la vida nómada que había estado llevando durante todo mí tiempo de cazadora. Pero una promesa era una promesa, para mí desgracia, al menos en este momento.

Y, apenas todos se reunieron en el lugar, estos comenzaron a hablar entre sí cosas sin mucha importancia, antes de dirigir la mirada hacia la pelinegra de puntas moradas y haori mariposa, quien comenzó a relatar con lujo de detalles los últimos acontecimientos en el monte Natagumo y los conocimientos que tenía en relación a los Kamado y su relación con uno de los pilares, Giyuu. Así que algún que otro comentario hiriente hacia su persona apareció en el aire de manera casual, de los que no se defendió ni intentó refutar nada.

Ella era una de las dos pilares (al menos por el momento, pues aun quedaba mi presentación), y tampoco debía de ser muy inteligente para darme cuenta que se trataba de la Pilar del Insecto, Kocho Shinobu.

Y tras unos cortos minutos de debate y preguntas que realmente no aportaba nada nuevo a lo ya contado, llegó el Kamado mayor al lugar, siendo cargado por un kakushi, quien lo dejó en el centro del jardín, frente a todos sus superiores, con cuidado debido a sus heridas.

El pelirrojo, por su lado, no portaba con su característico haori y tenía las manos bien atadas tras su espalda. ¿La razón de eso último? Aun no estaba segura, pero lo que sí tenía claro era que, por mucho que se esforzara no iba a poder vencer a todos los pilares en una pelea y escaparse con Nezuko como si nada, ni si quiera si se enfrentaba a uno solo iba a conseguirlo.

Menos aún con esas heridas.

—Despierta— habló el kakushi en un murmulló alto nervioso ante las intensas e intimidantes miradas de sus superiores—. ¡Despierta! Eh, tú. ¡Escúchame! ¿Hasta cuando piensas dormir? ¡Tienes que despertar de una vez!— Tanjiro abrió los ojos sobresaltado por los repentinos gritos, observando a los pilares que lo rodeaban claramente desorientado y confundido.

A todo esto, faltaban personas aún.

—¿Es él?—preguntó el albino con una cinta con piedras brillantes en la frente—. Pensé que el espadachín que viajaba con un demonio sería más llamativo y extravagante que esto. Es de lo más normal.

—¡Sí!— gritó con demasiada energía el pilar de cabellos rubios con las puntas rojizas—. Vamos a celebrar su juicio, ¿cierto? ¡Entendido!

—¿Quiénes...?— murmuró Tanjiro, pero su cabeza volvió al suelo de golpe gracias al kakushi, en un intento de que el pelirrojo mostrara sus respeto hacia el resto de presentes.

En realidad, hubiera mucho más sencillo haberle explicado todo desde el principio, en lugar de obligarle a moverse sin llegar a saber ni si quiera donde estaba. Es decir, Tanjiro no sabía donde estaba o quienes estaban hablando frente a él, y mucho menos sabía que en este momento se iba a celebrar un juicio hacia su persona y a su hermana menor.

—¡No hables! ¿Acaso no sabes dónde estás?— dijo con claro nerviosismo el kakushi, incluso podía vislumbrar a través de las telas que cubrían su rostro la mueca de miedo que tenía—. Estás frente a los pilares.

—Esta es la sede de los asesinos de demonios— explicó con una pequeña sonrisa la pelinegra—. Estás a punto de ser juzgado, Kamado Tanjiro.

Kitsune [Kimetsu no Yaiba]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora