DARDO TRANQUILIZANTE

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Adina

No podía creer la infinidad de mentiras que salían de la boca del idiota de Milo, se supone que Isaac es como un hermano para él y no dudaría en correr a su encuentro, pero su miedo es tan grande de perderme que le importa un rábano si llega morir sin tener la oportunidad de despedirse. Llevó escuchando la conversación entre Castiel y Milo, desde que me dijo Sabina sobre la misteriosa visita.

Salgo de mis pensamientos cuando escuché a Milo oponerse que vaya ver mis padres, eso sí no se lo voy a permitir. Salí del lugar en el que estaba escondida dispuesta enfrentarlo, la cara de Castiel muestra asombro, mientras que aquel idiota sigue de espaldas discutiendo me pongo detrás suyo.

‒ ¡¿Qué les sucedió a mis padres?! ‒ pregunté con el corazón latiendo rápido.

Puedo asegurar que la cara de Milo se encuentra pálida y su cuerpo esta rígido, camino a pasos seguros hasta quedar frente a él. Lo primero que hago es darle una bofetada dejando con los ojos como plato a Castiel, y Milo shockeado por semejante golpe.

‒ Grábatelo muy bien la cabeza ‒ le digo apuntándolo con el dedo ‒, por lo mucho que te amé y estemos a punto de casarnos, nunca te permitiré que tomes decisiones que me correspondan de mí.

Me doy la vuelta quedando frente de Castiel.

‒ Te espero en la habitación de los gemelos ‒ fue lo único que dije antes de dejarlos solos.

(...)

Recuesto con cuidado a Matías en su cuna, sonrió al ver mis dos cachorros dormir tan plácidamente. El sonido de unos suaves toques en la puerta hace que camine hacia ella, al abrirla me quede paralizada al mirarlo todo ojeroso a Castiel, me hice aun lado invitándolo pasar.

Nos sentamos en la cama sintiendo un ambiente incómodo.

‒ ¿Qué paso en la manada? ‒ pregunté, rompiendo el silencio.

Lo oí soltar un suspiro pesado.

‒ Fue atacada tres días atrás, alguien colocó explosivos en cada rincón de la manada y lamentablemente muchas familias han muerto, la poca información que recabamos señala al padre de Milo ‒ sus últimas palabras salen acidas de su boca.

No entiendo porque tanto empeño con ese hombre en cazarnos. Nosotros nunca hemos intentado nada contra él ni cuando era líder de un clan, pero ahora que lo recuerdo aquel hombre siempre nos seguía cuando iba acompañada de mi hermana o mi madre, solo que lo veía más veces siempre que iba acompañada con mi madre.

‒ ¿M-Mis padres? ‒ cuestiono con voz temblorosa.

Aparta la mirada y un nudo se forma en mi garganta temiendo lo peor. No puedo perderlos, no de esa forma, ellos merecen tener una muerte diferente.

‒ Ellos están muy mal ‒ explica ‒, los doctores no dan muchas esperanzas, cuando los rescatamos vimos como tu padre protegió con su cuerpo a tu madre.

‒ Iré contigo a la manada.

(...)

Cierro la maleta ignorando las palabras de Milo, ayer lo mandé dormir al sofá por su comportamiento inmaduro. Desde anoche intenta convencerme que es mala idea que vaya a la manada, según él tiene miedo que ponga en peligro a los cachorros, pero le dejé claro que Castiel me pondrá varios guerreros como guardaespaldas por la seguridad de los tres.

Otra cosa que también le dejé muy en claro es que solo voy a viajar con los niños, y él se quedará para evitar una escena de celos cosa que no le gusto para nada, gracias a su madre hemos ideado un plan que ni tiempo le dará de despedirse.

‒ No dejaré que cruces la puerta ‒ amenaza, intentando quitarme la maleta.

‒ ¡Ya basta, Milo! ‒ grité cansada.

Me mira ofendido, lo único que hago es pasar aún lado suyo. Nunca le perdonaré que me haya negado ir a ver a mis padres y más que pueda ser la última vez que llegué verlos, ni crea que se la pondré tan fácil deberá hacer muchos méritos para ganarse de nuevo mi confianza.

‒ Entiende Adina... no puedes exponerte, acabas de dar luz a dos bebés ‒. Aquí vamos otra vez con sus excusas.

‒ Si, tuve dos bebes, pero no estoy inválida y será mejor que cierres la boca antes que te mande yo misma al infierno.

Su rostro se pone pálido.

‒ ¡Llegué! ‒ anuncia Sabina desde la planta baja.

‒ ¿Le hablaste a mi madre? ‒ pregunto incrédulo.

‒Si, vamos a recibirla.

(...)

‒ Salió mejor de lo planeado ‒ digo en tono burlón.

El pobre de Milo se encuentra desmayado en el suelo, por accidente le lanzamos un dardo tranquilizante en vez de llevarlo al sótano dejándolo encerrado como se tenía planeado.

‒ Concuerdo contigo ‒ dice mi suegra, mientras termina de colocarle un pañuelo en la boca a Milo.

El sonido del timbre me indica que han llegado por mí, caminó abrir la puerta e intento sonreír, pero en vez de eso me sale una mueca. Hago pasar a Castiel y este nos mira interrogatorio por ver como Milo se encuentra atado e inconsciente.

‒ Se lo tiene merecido por egoísta.

Subo las escaleras en busca de mis hijos siguiéndome detrás de mí, el alpha Castiel. Tenemos que irnos rápido antes que despierte el idiota de Milo y terminé arruinando mi escapatoria.

Nos despedimos de Sabina sin antes prometer que cuando llegue le hablaré, Castiel me ayuda subir a la camioneta y después lo rodeo para ocupar el lado del conductor.

Desde que salimos de la casa de Máximo, no volvimos hablar a pesar de eso el silencio es cómodo, miro a mis cachorros dormir y apagó el teléfono por las insistentes llamadas de Milo. Espero que ni pueda salir de ahí, aunque Sabina aseguró ponerle llave a todas las puertas y las ventanas dejarlas cerradas.

(...)

Dolor es lo único que siente mi corazón por ver las dos personas que amo luchar para seguir vivas. Por otro lado, no voy a mentir que cuando mis ojos vieron a través del vidrio a Isaac, recuerdos de nuestra niñez azotaron como un torbellino en mi mente, su piel se encontraba pálida, esos labios que una vez añore que fueran tocados por los míos ahora estaban resecos.

‒ ¡Valla! Pero si es la sorda ‒ esa maldita voz chillona la reconozco perfectamente.

Aparto la mirada de la ventana, al oír sus pasos aproximándose hacia mí, me pongo alerta porque de esa mujer se puede esperar cualquier cosa.

‒ Al parecer sigues siendo una inútil ‒ pronuncia con asco.

Puedo sentir su aura negativa e intento mantenerme tranquila evitando gritarle los insultos que me he guardo por años, ella no se merece que gaste mi saliva de en balde porque lamentablemente nunca cambiara.

‒ ¿Qué estás haciendo aquí, Sabina? ‒ pregunto molesto, Castiel.

Agradezco que apareciera antes de que me siguiera provocando. Me muerdo la lengua para evitar no reírme de la cara que a puesto, ya no sabe ni a quien seguir aventando su veneno de víbora, de reojo veo a Sabina que esta roja de la cara como si en algún momento hará erupción.

‒ No tengo porque darte explicaciones ‒ responde con voz neutra ‒, te recuerdo que tu eres el menos indicado para tomar decisiones referente con Isaac ya que no comparten ningún lazo de sangre.

Acaso oí bien. ¿Qué Isaac no es hijo de Castiel?

Castiel lo veo apretar los puños y en su mirada refleja dolor. Me acerco a él porque no voy a permitir que siga humillándolo.

‒ Y tu eres una mujer que no es digna de ser llamada madre, arpía venenosa.

Me mira asombrada.

‒ P-Puedes hablar.

Prometo Recuperarte (Serie Prometo #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora