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Ya ha pasado otro mes desde que descubrimos que Mark y su padre estaban al juego de los imitadores, no han salido a matar más y además estamos monitoreando muy de cerca todos los movimientos de Orión Black gracias a la intervención de Penelope en todas sus redes

-Mm...-

Una pelinegra se mueve entre mis brazos aún sumida en un sueño profundo, me dediqué a seguir acariciando su cabello en respuesta ella se aferró más cerca de mi cuerpo

-Te desperté?-

Pregunté susurrando más cerca de su oído

-No-

Me intenté separar para ponerme en marcha de hacer nuestro desayuno

-Te mueves y te mato-

Subió su pierna a mi cintura y me abrazó más fuerte hundiendo su cara en el hueco de mi cuello, me hace reír su comportamiento de niña pequeña

-Voy a preparar el desayuno-

-No quiero-

-Niña no me hagas un berrinche-

-Quiero que me mimes-

-No lo estoy haciendo?-

-Ponle más ganas-

Comencé a repartir besos desde su frente, bajé a una de sus mejillas, luego fue hasta la otra mejilla, bese su nariz y me quedé quieta rozando sus labios, ella parece que no respira siquiera sus manos las mantiene aferradas a mis hombros

-Qué...esperas?-

Hablo entre respiraciones cortadas...

-Qué quieres?-

-Ya sabes-

-No si no me dices-

Gruñó enojada e intentó separarme lo más rápido que pudo pero sus manos terminaron sobre su cabeza inmovilizadas mientras que sus labios fueron silenciados por los míos, llevo un ritmo lento ya que no quiero prisas, en esta ocasión quiero saborear cada parte de su boca hasta que mis acciones queden tatuadas en lo más profundo de su mente, ella gime cuando nuestras lenguas se tocan juguetonas, por las paredes de la habitación sólo se pueden oír nuestros leves jadeos producto de aquél beso

-Que tonta eres-

Habló la diablesa agitada con un leve sonrojo

-Por qué?-

-No calientes la comida si no te la vas a comer-

Reclamó sonrojada y enfadada a partes iguales, lo que me hizo sonreír con ganas

-Quieres que te coma, acaso?-

-No...me digas que tu no sientes...nada-

Más que avergonzada parece algo desanimada, en verdad no puedo creerlo...

-Crees que yo estoy fresca como lechuga?-

-Pues lo pareces, siempre soy yo...la que termina jadeante y mojada...yo no te causo nada-

Agarré una de sus manos que aún estaba sobre su cabeza, la guié hasta mi entrepierna y solté un suspiro cuando se hizo aquél mágico contacto por encima de la delgada tela del pijama, sus ojos se abrieron sorprendidos al sentir mi humedad

-De verdad crees que no me causas nada?-

Se quedó completamente muda admirando mis ojos, estoy más que deshecha ante esta niña y es más que obvio mi situación, por lo que me sorprende que ella no pueda verlo

La historia del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora