~23~

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Zemyra estuvo todo el día conmigo, nos levantamos de una siesta cortada por mi parte ya que la chica tiene bastantes pesadillas por lo que me dediqué a cuidar sus horas de sueño, cerca de las cuatro de la tarde me levanté para prepararnos algo de comer, luego a eso de las seis la diablesa se fue a la casa de la profesora Trwyllony, como quería darle algo de espacio le dije que la esperaría en casa con café, chocolate y palomitas para ver una película.

Muchos juzgarán mi manera de actuar pero por como yo lo veo, es sólo un niña que no tuvo más opción que abrazar a sus demonios si quería seguir viviendo

-Gatita?-

Oí la puerta de la entrada cerrarse...

-Estoy en la habitación-

La chica entró con las manos detrás de la espalda y un sonrojo algo notorio

-Ocurre algo?-

Desvío la mirada y se aclaró la garganta, sacó de su espalda un pequeño ramo de unas hermosas rosas blancas

-Son...para ti, aunque sé que...no lo querrías de mi...pero está bien si no porque las tiro pero...si quieres son tuyas-

Me la quiero comer a besos y cosquillas...

-De dónde las sacaste?-

-Un pequeño las vendía, sólo le quedaba este ramo así que se las compré ya que dijiste que te gustaban las rosas blancas y pues son bonitas igual que tú-

Dejé el cuaderno que tenía sobre la cama y me adueñé del hermoso ramo de rosas, me abracé al cuello de la chica sonriendo a más no poder, su peculiar gesto me sorprendió al mismo tiempo que me dio una ternura inexplicable

-Eres un encanto-

-Me lo dicen seguido-

Besé su mejilla y le pasé el cuaderno que había dejado sobre las sábanas

-Y esto?-

-Mi cuaderno de dibujo-

La chica se quitó el saco y tomó el cuaderno con ojos brillosos, fuimos hasta la cocina donde nos esperaba el café junto a las palomitas, nos sentamos en el sofá y ella abrió mi cuaderno admirando cada detalle de cada hoja, se detuvo un buen tiempo en el retrato que había pintado de mis padres

-Tienes los ojos de tu padre y la sonrisa de tu madre aunque la tuya es más bonita-

-Gracias-

La pasar la página miró un dibujo pintado con óleo de unas rosas rojas, sus ojos brillaron junto a una hermosa sonrisa

-Me encanta, eres muy buena-

-No es nada-

-Cómo qué no es nada? Yo apenas dibujo personas con palitos-

No pude contener una sonrisa, la diablesa tomó un poco de su café haciéndole énfasis con sus gestos a su gran confesión

-Bueno, todos tenemos talentos diferentes-

-Ahora me debes tú-

La diablesa me miró algo confundida mientras tomaba un poco de su café

-Qué?-

-Me debes una canción-

-Tienes un piano aquí?-

La historia del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora