Capítulo 12

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- ¿Cómo puedes soltarme una bomba así? –pregunto poniéndome de pie. Él me imita y toma mi brazo.

- Escucha, escucha... Solo espero que alguien haga lo correcto acá.

- Y planeas que yo le diga la verdad a Archer.

- Pues... sí. Mira...

- Brisa ha sido muy buena conmigo, ha tratado de ayudarme con mi escritura, aunque ya no tenga nada que dar. Todos los días me está pidiendo que le muestre algo y yo le digo que tengo un bloqueo cuando, en realidad... –me detengo en seco al saber que se me está yendo la lengua.

Niego con la cabeza y me dejo caer de nuevo al sillón, acompañada de él. Cuando abre la boca, justo se siente el sonido de la puerta de casa cerrándose, seguido de los murmullos y ladridos de los labradores de West. Tienen tres y se llaman: Caramelo, Chocolate y Nutella. Verdaderamente, no puedo opinar mal sobre esos nombres, porque son... increíbles.

Las mujeres entran en la sala y gritan de felicidad al verme. Patricia y Anastasia. Ellas se acercan y besan las mejillas del pelirrojo, luego me saludan con abrazos de oso. Después aparece el hermano mayor de West, Edwin, quien hace un leve asentimiento en nuestra dirección. Y la casa se llena de gritos cuando aparecen las pequeñas seguidas de los perros enormes que se comerían a mi bebito de un solo bocado. Uma, que es la mayor, me saluda de forma tímida mientras que se larga a los brazos de su hermano, pero la más pequeña y la que se está adaptando, Ruth, sí que me envuelve en un abrazo muy tierno al tiempo que West le sonríe y besa su mejilla. La niña se sonroja un poco y luego se sienta en mis piernas y el resto de la familia se acomoda a nuestro alrededor.

- Hoy tienes el pelo precioso –observa Patricia.

- Gracias.

- ¿Puedo tocarlo? Parece suave –pregunta la pequeña de forma tímida y le sonrío.

- Por supuesto –Ruth estira su manito y toca mi cabello. Entrelaza sus dedos con las hebras y sonríe.

- Es muy bonito –susurra y se esconde un poco contra mi hombro.

- ¿Se estaban divirtiendo? –pregunta Anastasia y West le guiña un ojo, volviendo a ser coqueto.

- Desde luego, madres. Alena me estaba ayudando con los nervios que tengo –sus madres lo miran con desaprobación, y Uma, al ver a las señoras con la reprendida en sus lenguas, adapta la misma postura de brazos cruzados y ceño fruncido de ellas, lo que me hace reír.

- Ignorando ese comentario, queremos avisarte que mañana iremos al partido, todos –comenta Ana mirando a Ruth, quien parece más alegre con la idea de ir a verlo. Me rodea con sus brazos.

- ¿Tú irás mañana, Alena? –me pregunta y asiento con una gran sonrisa.

- Desde luego, y te estaré esperando en la primera fila –sus ojos adquieren un brillo de emoción.

En la mente de AlenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora