Capítulo 27

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Gruño al sentir el despertador, queriendo largarlo contra la pared. Si bien anoche me acosté con mucho positivismo, tampoco me hace bien haber dormido tan poco. Literalmente, dormí una hora. Aunque no importa, me levantaré, iré a la universidad y, antes de eso, voy a ver cómo está mi nana.

Bajo las escaleras ya lista y Morcilla, al ver a Bastian al final de estas, guardando un libro, corre hacia él y se emociona aún más cuando mi hermano le presta atención y lo acaricia atrás de las orejas. Y cuando yo llego al final, me detengo frente a él, quien me regala una sonrisa pícara. No puedo evitar reírme y tirar de su mano para abrazarlo. Él parece sorprendido, pero me apremia entre sus brazos con la suficiente fuerza. Cuando nos separamos, me mira a los ojos, que son del mismo color que los de él. Vuelve a sonreír.

- Buenos días, rara –dice con alegría.

- Buenos días, hermano excremento –nos reímos y vamos hacia la cocina, donde encontramos a Pri...

Nos quedamos paralizados al verla a detalle. Hoy no lleva el cabello recogido en una cola baja y tirante. No lleva uno de sus trajes caros y lisos, sin ninguna arruga, no, hoy lleva unos pantalones floreados con una camisa blanca de mangas largas y, en los pies, unas zapatillas blancas.

- ¿Nana? –decimos los dos al mismo tiempo y ella se detiene, gira sobre sus talones hasta mirarnos y... no lleva maquillaje. Su cara está lavada y... una sonrisa radiante invade ese rostro, el rostro de una mujer hermosa.

- Buen día –viene hacia nosotros y nos abraza.

- ¿Estás bien? –pregunta Bastian con cuidado y Pri nos observa con el ceño fruncido, pero luego se relaja y nos pide que la ayudemos con la mesa.

Dejamos las mochilas a un costado y mi cachorro las olfatea.

Una vez que estamos los tres sentados en la mesa, ni mi hermano ni yo podemos abrir la boca, aunque queramos, porque esto es muy distinto a lo que vemos diariamente.

Y decido ser yo la que hable.

- Pri, ¿por qué la ropa? Jamás dejas de usar tus trajes.

- Tengo una cita –nos informa y si mi mandíbula no se da de lleno contra el suelo, mi sorpresa no debe ser enorme, aunque sí lo es –. Anoche, Alena, cuando me hiciste esa pregunta... Por un momento sentí que estaba traicionando a Richard, pero no... porque yo me puedo permitir amar de nuevo. Y esto que ven ahora..., soy yo. La de los trajes es la mujer que perdió a su esposo. Con esto, soy la mujer que perdió a su esposo y sigue adelante.

Yo me he quedado boquiabierta, y Bastian debe estar igual. Pero soy yo la que reacciona primero.

Me llevo una mano a la boca y me levanto de mi asiento, yendo hacia ella con decisión. La vuelvo a abrazar con todas mis fuerzas mientras evito derramar lágrimas.

En la mente de AlenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora