Capítulo 19

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"A todas las cosas que se cruzan por mi mente

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"A todas las cosas que se cruzan por mi mente. A ti. A mí misma. Y al universo.

Me gusta pensar que importamos, que vivimos por algo, que, de cualquier forma, es un honor poder observar. Se siente extraño cuando, en un momento en el que me aburro, levanto mis manos, iguales a las de mi madre, y las observo con atención, cerrándolas, abriéndolas, girando las muñecas y maravillándome con lo que mi cerebro puede conseguir: que cada parte de mi cuerpo funcione. Es increíble el hecho de poder formular palabras, parpadear, bailar, cantar... En fin, mil cosas.

Me impresiona la cantidad de sentimientos y pensamientos que me invaden a diario. No paramos nunca, y eso, a veces, es agotador. Tanto que necesitamos explotar..., tal vez llorando, tal vez riendo... Depende de la situación y el impacto que tenga en ti.

Me dan ganas de sonreír y llorar al recordar múltiples impactos.

Algunas cosas serán buenas, y otras... no tanto.

Pero esto es una carta que trata absolutamente de mis sentimientos... Y me gustaría decir: de mis sentimientos y de los tuyos, pero, por lo menos, tendré el privilegio de decirte lo que yo siento por ti.

Pero primero...

Recuerdo el impacto de una mano en mi cara.

El impacto de alguien que me decía que no podía, que me obligaba a no poder.

El impacto al ver personas amadas sufrir.

El impacto que tuve de mayor al darme cuenta de lo que significaba para las personas que me trajeron al mundo.

El impacto de tu partida tan repentina.

El impacto de una sonrisa de Bastian.

El impacto de los abrazos de Kat.

De las miles de veces que Gimena, tu amor, mi abuela... me decía que podía.

De la dedicación y el amor de Priscila.

De reencontrarme con personas buenas del pasado.

Y otras no tan buenas.

La pérdida de mi magia y la incapacidad de escribir siquiera un simple "Capítulo 1".

Mi abuelo, mis risas, mis sacadas de quicio en varias oportunidades, el de las risas risueñas y el de comentarios y bailes increíbles. El que contaba su vida, que no era perfecta, con tanta emoción... Me inspirabas siempre. Hasta me hacías sentirme agradecida de lo que tenía y tengo.

Amenazabas a algún novio inexistente con que, si me lastimaba, lo perseguirías hasta su casa con un palo, sin importar si después ibas preso. Orgulloso de haber podido ayudarme y sin tener miedo a estar encerrado. Quien se reía de todo, comía todo lo que le hacía, sin siquiera esperar a que estuviera listo.

Tus manos eran ásperas, lo notaba cada vez que tomabas la mía entre las tuyas y te la pasabas por la cara, pinchándome con tu bigote y con la barba que tenías a veces. Te ponías pantuflas y ojotas y te encantaba arrastrar los pies, cosa que hacía que me despertara por las noches, al igual que las muchas carrasperas de tu pasado como fumador.

Hay muchas cosas en las que no estarás, o tal vez, en las que yo no te veré.

Cuando me gradúe.

Cuando consiga trabajo y me mude a un departamento que estará ambientado totalmente en libros.

Porque sigue siendo un sueño, cuando publique mi primer libro y me vaya a España, donde quería que fueras conmigo.

Cuando tenga algún novio decente y tú no lo perseguirías con un palo como casi hiciste con mi ex.

No más risas de tu parte al estar festejando por una escena escrita, o llorando por una leída.

Muchas cosas que no sé si estarás conmigo o no. Aunque algo curioso es que te siento. Muchas veces, cuando lloro, y miro que derramo lágrimas como una marrana; muchas veces, siento contención, algo que me pide que me detenga... Sé que eres tú.

Por eso tengo la leve sospecha de que, tal vez, me observas. Y es terrible no poder verte, pero eso no quita que lo anterior me consuela.

Veo actos tuyos en Bastian. La sonrisa risueña es uno de ellos.

También en mamá, por muy loco que suene, pero ella, las pocas veces que ha sonreído, lo ha hecho cruzándose de brazos y piernas, negando y murmurando por lo bajo.

La abuela tiene la misma cara de amor en su rostro al ver tus fotos; igual a la tuya cuando la mirabas.

Y yo tengo tus pasos de baile y tus palabras en mi mente.

Siempre en mi mente y mi corazón.

Espero que estés volviendo loco a todo el mundo allá arriba.

Tu nieta, Alena."

Me llevo una mano a la boca y trato de tragarme el llanto, pero aguantar la respiración y mantener la mente en blanco no funciona. Me apoyo contra el respaldar de la silla, soltando estrepitosamente la pluma en el escritorio, sin poder apartar la vista de mi caligrafía terrible, aunque entendible.

Ya que aguantar el aire no funciona, pruebo con respirar profundamente un par de veces. Asintiendo y envolviéndome con mis brazos, dejando caer las lágrimas, sin parar de afirmar con la cabeza y palmeando mi hombro, como hago cada vez que me siento orgullosa de algo que hice.

Si bien la carta no es perfecta, está más que bien. No me siento liberada ni nada, todo lo que escribí es algo que he pensado desde que falleció, solo que escribirlo hizo que toda esta situación fuera más real, y duele, aunque, al mismo tiempo, es genial poner en papel las palabras para no tener que estar recordándolas todos los días. Si bien es algo que me hace sonreír, también me hacen sentir débil... Por eso, a partir de ahora, cuando quiera acordarme, recurriré a la hoja de papel que está frente a mí. Con mi firma y fecha de hoy: Alena Calwell. Diecisiete de octubre, domingo.

Agarro la hoja entre mis manos y no me molesto en leerla, simplemente doblo el papel varias veces hasta transformarlo en un rectángulo largo y luego coloco su nombre al frente: Eduardo. La meto en un cajón, adentro de una bolsa llena de marcadores de libros y post-its. Luego me pongo de pie, ya con el pijama puesto y sin necesidad de utilizar el baño ya que hice todo lo necesario antes de sentarme a escribir. Por lo que tomo a Morcilla entre mis brazos y ambos nos acostamos en mi cama, y es entonces cuando dejo de llorar y se abre paso en mi pecho una calidez relajante.

En la mente de AlenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora