Capítulo 2

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El viento azotaba fuertemente en nuestros cuerpos mientras aquel chico conducía con velocidad. Intenté aferrarme más a su cuerpo, pero parecía que ya estábamos bastante unidos. Siguió recorriendo las calles sin mirar atrás cuando una patrulla salió de la nada y comenzó a perseguirnos. Eso fue lo único que necesitó para acelerar a fondo. Por primera vez en mi vida me dio miedo tener un accidente, lo cual fue extraño ya que yo nunca he sido del tipo de chicas delicadas que les daba cierto temor subirse a una moto, por lo contrario, yo amaba conducir en motocicleta. Cuando cumplí quince años, mi padre me regaló mi primera Harley Davidson, una preciosidad negra que amaba con todo el corazón, aunque siempre he sido una conductora responsable, no como mi hermano Jared que consigue multas por montón. Las motocicletas me parecen algo increíble que te proporcionan cierto sentimiento de libertad, en lo personal hay veces que siento que estoy volando por el viento que envuelve todo mi cuerpo al momento de conducir, sobre todo cuando hacemos nuestras carreras en el desierto. Me encanta correr, es una pasión que obtuve gracias a Las Calaveras, pero justo en este momento lo odiaba. Nunca creí que me vería envuelta en estos líos, mucho menos que algún día me estaría persiguiendo la policía como si fuese una delincuente. Mientras yo me quejaba internamente, el chico al cual estaba sujeta dio varias vueltas por calles desconocidas para mí, intentando a toda costa que no nos alcanzaran.

- ¡Sujétate fuerte!- lo escucho gritar.

¿Más fuerte? Sin darme tiempo a reaccionar ante su petición, hice lo que me pidió, me apreté contra si, dejando que él reaccionara con intensidad. Lo último que mis ojos pudieron ver con claridad, eran los diferentes colores de autos que dejábamos atrás y algunas luces que indicaban la apertura de los negocios que se encontraban en las calles. Este chico no dudo en pasarse dos semáforos para lograr perder a los policías que nos estaban siguiendo y aunque en ese momento pareció nuestra mejor opción, admito que sentí una punzada en el estómago cuando lo vi cruzar una doble avenida que estaba en luz verde. Creí que sería nuestro final, pero gracias a la bendición de Dios, todo salió bien. Espero que su motocicleta tenga seguro porque después de retar a estos caminos tan mal trechos estoy muy segura de que necesitará algunas reparaciones.

De pronto nos encontramos en una calle bastante tranquila donde se podía ver un parque a lo lejos, así que cuando dejamos de escuchar las sirenas de la patrulla, no dudamos en detenernos un momento en aquel lugar.

El chico frenó suavemente antes de bajar el soporte de la moto y detenerla por completo.

- Ya puedes soltarme- dijo entre risas.

Sentí una oleada de calor en mis mejillas cuando lo escuché decir aquello. De inmediato desenvolví mis brazos de su cintura y me bajé de la moto, quitándome también el casco.

- Gracias por ayudarme.

Empieza a levantarse el casco, revelando poco a poco su mandíbula perfectamente cuadrada al igual que los mechones dorado rubio que sobresalían de la parte trasera de su nuca. ¡Mierda! Esto debe de ser una broma. Al momento que su rostro quedó completamente al descubierto, no dudó ni un segundo atravesar mi pecho con sus intensos ojos azules.

- No fue nada- dice con una sonrisa petulante.

- Tú- dije con vergüenza.

- Yo- reiteró.

Creí que esta clase de encuentros solo sucedían en las películas, pero al parecer si tienes tan mala suerte como yo, puede llegarte a suceder. Es increíble que entre todos los invitados de esa espantosa fiesta, él único chico con ganas de ayudarme haya sido el que bese como una lunática. Me siento como la persona más idiota del mundo, sólo que no sé por cual de las muchas razones me siento peor, si por besar a un desconocido para darle celos absurdos a mi ex novio o por que curiosamente él fue quien me ayudo esta noche o porque estamos en medio de la nada teniendo un momento bastante incómodo.

Enemigos Perfectos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora