Capítulo 26

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Tate

Gracias a mi abuela pasé el resto de la tarde a solas y por suerte Jenna no me mandó ningún mensaje de texto preguntándome qué había ocurrido, ni siquiera mis padres vinieron a asegurarse de que fuera verdad lo mi malestar, por lo que pude llorar por horas sin sentirme preocupada de que alguien me sorprendiera. Gran parte del día estuve lamentándome en cama con una cuchara en mano mientras que en la otra tenía un enorme bote de helado de chocolate. Pensaba que así me sentiría un poco mejor, pero por lo contrario, me sentí completamente ridícula. Así que no me quedó de otra opción más que dejar el helado de vuelta en la nevera y tomar una ducha caliente para relajar mis nervios y despejar la mente antes de acurrucarme en mi deliciosa cama para terminar de leer mi libro. Me dado cuenta de que la lectura es mi único salvavidas. Me encanta adentrarme en la cabeza de alguien más, vivir su vida y creer que Tate Brooks ya no existía por tan sólo un momento. De hecho, me encantaría cambiar vidas con Jo March de Mujercitas, ella es tan fuerte, ambiciosa y fiel a si misma que me a veces me da envidia. Una parte de mí se asemeja a ella, pienso que las dos tenemos en cierta forma la misma mentalidad. Ninguna de nosotras renuncia a sus sueños y mucho menos de deja vencer por el sexo masculino. Jo quería ser libre, seguir sus sueños de escritora y no depender de ningún hombre, pero sobre todo no seguir los estereotipos de las mujeres de esa época, los cuales eran casarse, atender la casa y ser una buena esposa y madre. En mi caso, durante la mayor parte de mi vida he tratado de hacerme notar y no dejar que me hagan menos por ser mujer, sin mencionar que yo aún tengo sueños que pienso cumplir en cuanto logre salir de aquí. Quisiera poder decir que soy igual de obstinada y resistente a mis ideales como Jo, pero no es así. Es por eso que me encanta este libro, porque al menos aquí puedo pretender ser como ella y tener una pequeña muestra de libertad.

No podría estar segura de cuánto tiempo pasó desde que me quede totalmente sumergida en las páginas amarillentas y desgastadas de mi libro. Prácticamente tenía mi mente, mi alma y mi cuerpo entero concentrados en las palabras de esta historia, que en el momento en el que mis oídos empezaron a escuchar unos acordes de guitarra volví a la vida real. La música se hizo más fuerte y no tenía ni idea de donde provenía, pero debo decir que mientras más escuchaba la balada, más conocida se me hacía. No me iba a levantar de la cama porque estaba segura de que fuese lo que fuese que estuviese pasando allá afuera no me concernía, pero de pronto comencé a escuchar la voz de James Blunt cantando su canción más conocida llamada You're Beautiful y tuve la sensación de saber que estaba pasando en verdad. Muy a mi pesar, me quite las mantas del cuerpo, me bajé de la cama y me dirigí hacia mi ventana, encontrándome con un chico rubio que sostenía una bocina alargada sobre su cabeza.

Esto no puede ser, es el colmo de lo vergonzoso y humillante que puede pasarme en la vida. Sabía que Novak no lo dejaría estar, pero ¿Hacer algo así? Ni siquiera sé que significa esto. Me quedé como estatua mirándolo mientras escuchaba la primera parte de la canción, no me molesté siquiera en abrir la ventana, simplemente me crucé de brazos y le dediqué una mirada desaprobatoria junto con suaves negaciones de cabeza. Espere unos segundos más con la esperanza de que se rindiera y se fuera, pero no fue así, por lo contrario, empezó a cantar terriblemente a todo pulmón, lo que me hizo correr hacia las escaleras y salir de inmediato para detener esta locura. Al estar afuera, no me di cuenta de las rachas que llevaba puestas, tenía mi una blusa blanca de manga larga y un pantalón de pijama a cuadros rojos y negros con unas pantuflas de conejito que mi abuela me había regalado hace mucho tiempo. Me veía ridícula, pero no estoy de humor para vestirme e impresionar, se supone que estoy enojada con Novak y si cree que por hacer algo tan desesperantemente romántico voy a olvidar lo que pasó está muy equivocado.

Al salir de mi casa me puse en marcha, caminando por todo el jardín de la entrada hasta girar a mi izquierda y llegar al patio trasero. Ahí estaba él, con sus jeans ajustados, su chaqueta negra, el cabello revuelto, sus ojos de un azul brillante y su perfecta sonrisa. Tan sólo verlo de nuevo hacía que todas mis defensas se desvanecieran, dejándome desprotegida ante los ataques de sus encantos.

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