Capítulo 24

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Tate

Mis pies siguen dando pasos fuertes y decididos mientras que mis ojos no dejan de producir lágrimas calientes que se siguen derramando a lo largo de mi rostro. No podía pensar con claridad, mi mente estaba nublada por todo el dolor que mi corazón le transmitía. Me dolía el pecho y mi respiración era incontrolable. Nunca había sentido algo que me consumiera desde dentro, pero hoy puedo decir que es el peor sentimiento del universo. Es una agonía constante que me quema cada parte de mi cuerpo y no sé qué hacer para detenerla, es como si estuviera viendo toda mi vida pasar frente a mis ojos y que esta se cayera pedazo a pedazo.

¡Maldito Novak Keller! Lo supe desde el momento en el que apareció de la nada, sabía me causaría problemas, y lo que es peor, era consciente de que si lo dejaba entrar de nuevo a mi vida sería mi fin. Tal parece que la mente es la única razonable, pero el estúpido corazón no le interesan las consecuencias. Gracias a mi error es que me encuentro llorando desconsolada mientras que él seguramente está disfrutando de la reunión con su... Prometida. El sólo pensar en esa palabra hace que quiera vomitar y ese vomito arrojárselos a la cara. Aunque por desgracia, eso no haría que me sienta mejor o que mi amor por Novak simplemente desaparezca.

Estoy harta de pasarla mal, de sufrir a causa de alguien que no merece ni una sola de mis lágrimas. No quiero que mi vida amorosa se convierta en un desastre, ni tampoco voy a permitir que pasen sobre mí una y otra vez. No me hice fuerte para para pelear esta clase de batallas. En definitiva, el amor no es para mí, yo no tengo madera para estar con alguien ni mucho menos creo que el destino haya creado a mi alma gemela. Esos son solamente cuentos baratos que nos dicen a todos para no temerle a la soledad, pero si eso es lo que está descrito para mí entonces lo mejor será que me vaya acostumbrando a la idea.

No me di cuenta de cuánto tiempo llevaba caminando, ni a dónde me terminaron dirigiendo mis pies. Lo único que supe  usando regresé a la realidad fue que estaba abriendo la puerta de mi casa, la cual cerré de un fuerte portazo cuando entre. Rápidamente me subí las escaleras, entre a mi habitación y cuando por fin pude estar completamente sola, en un silencio abundante, no lo resistí más y terminé por apoyar mi espalda contra la puerta, dejándome caer hasta lograr hacerme un ovillo y ocultar mi rostro lleno de tristeza. El llano fluyó como el río, haciéndome sollozar y gemir hasta poder recobrar el aliento. Me dolían los ojos, seguramente los debo de tener hinchados y rojos, pero eso no los hizo parar. Mi cabeza daba vueltas y vueltas, tratando de buscar una solución para dejar de sentir o por lo menos para buscar una vía de escape a mis problemas. Creí que era ruda y feroz, una chica audaz que estaba llena de carácter fuerte, pero ahora me doy cuenta de lo pretenciosa que he sido. No soy más que una niña débil y asustadiza.

-       ¿Tate?- una voz junto con unos toques a la puerta me hicieron levantarme de inmediato. -¿Cariño estás bien?

-       ¿Abuela?- me limpio lo mejor que puedo las lágrimas de la cara.

-       Te escuché entrar con un gran estruendo y quise saber si estabas bien.

No me demoré ni un segundo más, tomé la manija de la puerta y la abrí.

-       Tranquila, estoy perfectamente bien, no tienes de que preocuparte- finjo una voz firme.

Vi que me dedicó una sonrisa débil antes de dar sus últimos pasos hacia mí y rodearme con sus brazos sin decir ni una sola palabra. Sentir su cálido abrazo provocó que el llanto controlado volviera a ser denso y constante. Los abrazos de mi abuela eran los mejores, pero a veces, cuando son circunstancias difíciles pueden ser los más demoledores. Sin dudarlo, yo también rodeé su cuerpo con mis brazos, enterré mi rostro en su cuello y dejé que mi tristeza fuera consolada por ella.

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