14 Entrada cerrada

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Capítulo 14: Entrada cerrada

Malthus se levantó muy temprano al día siguiente. La luna aún iluminaba tenuemente el campamento y no había rastros de la aurora. Llamó cuidadosamente a David, susurrándole despacio para despertarlo de su sueño. Ninguno de los dos tenía ganas de dormir, habían ido a acostarse mucho antes de lo habitual.

Se mantuvieron un tiempo sentados en silencio, apoyados sobre un par de árboles uno al lado del otro, despabilándose. Malthus llamó la atención de David y señaló el lugar donde estaba descansando Wendelina; la muchacha no había ido a pasar la noche en su litera, en cambio, se quedó dormida abrazando el libro que estuvo leyendo al menos hasta que ellos se habían quedado dormidos.

—Parece que la afectó lo de ayer —señaló Malthus, mirándola con ojos curiosos.

—Sí, ella realmente es especial —concedió David con una sonrisa en el rostro.

—Eso puedo verlo. Por cierto, nunca te agradecí por defenderme y quitarme las cadenas. Gracias, David.

—No tienes que agradecerme, ya me devolverás el favor presentándome al magistrado.

—Por supuesto que sí —aseguró Malthus, desviando un poco la mirada.

—¿Crees que nos puede ayudar?.

—Eso creo. Si bien el último que tiene la palabra es el rey.

—¿El rey?

—Si, el magistrado depende del rey.

—El magistrado no depende del rey, juzga en su nombre, pero es independiente —mencionó Wendelina desde la otra parte del claro.

A David y Malthus su respuesta los tomó por sorpresa, no sabían que había despertado y voltearon al unísono para ver a la muchacha, desconcertados.

—El magistrado no es independiente —dijo Malthus con cautela, pero profiriendo risitas nerviosas por lo bajo.

—Sí, lo es. Es designado por el rey de manera vitalicia —insistió Wendelina—, pero no puede incidir en su juicio.

—Pues te aseguro que incide —dijo Malthus sin darse por vencido.

—No podría, correría el riesgo de perder el apoyo de la Orden escarlata.

—¡Ja! La Orden escarlata —profirió Malthus en un claro tono burlón—. ¿Es lo que leíste en ese libro verdad? Despierta niña, esto es el mundo real.

—¿Qué es la Orden escarlata? —preguntó David, más por las ganas de bajar los ánimos de la conversación que por genuina curiosidad.

—Son la guardia personal del rey, al que eligen sucesor del anterior —leyó Wendelina a David desde su libro.

—Un grupo de lamebotas, querrás decir —replicó Malthus que parecía ofendido—. Y no eligen al rey sucesor. Si alguien dice que es rey, lo único que hacen es aceptarlo o no.

—Eso me suena mucho a elegirlo —respondió Wendelina, entrando en un debate.

—Pues no lo es cuando todo ya está decidido. El jefe de la orden acepta y sus demás miembros obedecen. Y entiende esto: el actual asistente del rey es el jefe de la Orden escarlata.

David estaba confundido por los datos que manejaban sus compañeros, él no quería tener nada que ver con reyes ni órdenes, solo quería tener a su hermano de regreso.

—Necesito que el magistrado me ayude a encontrar a Nathael —dijo David, que no estaba interesado en discusiones administrativas.

—Y a Greta —agregó Wendelina, quien no olvidaba ni por un momento a su amiga desaparecida—. A menos que quieras confesarme qué pasó con ella —agregó Wendelina a modo de acusación, lanzándole a Malthus una mirada incriminatoria.

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