El ánimo de David se cayó al suelo. Había ayudado a escapar a Nino solo para verlo de nuevo prisionero y lo peor era que ahora sus captores eran soldados del rey Yarelis. Ya no podría ayudarlo.
El muchacho miró al grupo de enemigos con resignación, esperando que el pequeño niño de alguna manera muestre algún signo de intentar escapar, pero Nino no parecía presentar ninguna resistencia. David recordó con amargura que había tenido la misma actitud pasiva cuando Sophía lo detuvo. Se sentía responsable por lo que le estaba pasando y se reprochó la actitud impulsiva que tuvo la noche anterior cuando lo liberó de sus ataduras. Quizás, si hubiese seguido con ellos, él podría haber intercedido por Nino ante Malthus y salvarlo, pero ahora eso ya no iba a ser posible. Se maldijo a sí mismo y apretó con fuerza el pomo de su espada.
—Ni lo intentes —susurró Sophía, para que la escuche solamente David, al verlo tan tenso.
Las palabras de la mujer atrajeron la atención del muchacho y lo distrajeron de lo que estaba pensando, dándole un momento de claridad. David sopesó sus posibilidades y se tranquilizó: suspiró, relajó su mano y bajó la cabeza apesadumbrado.
—El prisionero parece ser solo un niño —observó Lando, totalmente ajeno a lo que estaban haciendo sus compañeros.
—Sí, es solamente un pillo de los bosques —contó Sophía.
—¿Lo conoces?
—Nos emboscó junto a dos hombres sobre el camino. Logré apresarlo para llevarlo ante el magistrado.
—¿Y por qué no está contigo?
—Escapó anoche —dijo David antes de que Sophía pudiera contestar.
Lando volvió a mirar a Nino y luego a Sophía.
—¿Dices que ese pequeño niño te trajo dificultades? —preguntó Lando sin tacto.
Sophía le dirigió una mirada furiosa al hombre alto y prefirió no contestar.
—De cualquier manera, parece que finalmente recibirá su merecido —observó la mujer de figura alargada, haciendo sentir peor a David con sus palabras.
El grupo de soldados del rey desapareció junto a Nino en las profundidades del bosque, al otro lado del camino. El oficial Lando esperó un tiempo prudencial antes de ordenar la continuación de la marcha.
Sophía iba al frente de la formación, montada en su caballo, con los ojos en blanco clavados en un punto fijo hacia adelante
—¿Ocurre algo? —preguntó Lando que se había acercado a ella al verla tan concentrada.
—Parece una estrategia de guerrilla —pensó la mujer de figura alargada en voz alta.
—¿Hablas de los soldados del rey?
Sophía asintió con la cabeza.
—Algo así —reconoció Lando—. Atacan nuestras líneas de suministro y cuando ven la ventaja.
—Descuide, maestra. Avanzamos hacia la fortaleza esmeralda y estamos listos para la batalla —dijo solemnemente uno de los escoltas de Lando.
Sophía ignoró el comentario del joven escolta y siguió sumida en sus pensamientos.
—Entiendo tu preocupación —reconoció Lando que conocía la capacidad y el conocimiento de la maestra de armas—, pero Laurence está manejando la situación.
Al principio, las palabras del oficial parecieron calmar un poco a la mujer, pero luego su actitud se tornó impaciente.
—Debemos llegar lo antes posible con Malthus y Laurence —apuró Sophía.
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Aprendiz de valiente
AdventureDavid es un simple aldeano que es llamado a las armas para proteger a su comunidad en un conflicto por el que perderá su hogar y secuestrarán a su hermano. Iniciará un viaje para ir a rescatarlo develando a su paso todo lo que está ocurriendo en el...