Capítulo 20: Mapas y pergaminos
Todos en el grupo estaban realmente cansados después de la pelea por el control de la villa, el aseguramiento del complejo y el posterior cuidado de los heridos; aún así, y a pesar de lo avanzada que estaba la noche, Malthus comenzó a trabajar en su despacho. Tomó una pluma, un tintero, unas hojas en blanco de entre los cajones del escritorio y comenzó a escribir en varias hojas que iba enrollando.
—Capitán Laurence, vuelves a ser el comandante de la villa, ahora bajo mis órdenes —Informó Malthus extendiéndole el papel enrollado al hombre con la cicatriz en el rostro.
—Nunca dejé de estar bajo su mando, magistrado —mencionó Laurence a modo de aceptación.
—¿Qué pasó con el oficial Sebastián? —preguntó Malthus.
—Fue uno de los primeros desertores cuando desapareciste —respondió Sophia—. Nunca aceptó órdenes del magistrado usurpador.
—Lando, en su ausencia quiero que seas el primer oficial, recibirás las directivas del comandante Laurence —pidió Malthus dándole otro papel enrollado.
—Entendido —aceptó el soldado alto de pelo castaño claro.
—Sophia, vuelves a ser mi maestra de armas aquí en la villa administrativa —cerró Malthus entregándole la última de las hojas que había escrito.
Sophía hizo un ademán, inclinando su alargado cuerpo para hacer una reverencia, aceptando el manuscrito.
—David, Wendelina —llamó Malthus.
Los jóvenes dieron un paso al frente y se acercaron a la mesa, el magistrado les dio un pergamino enrollado a cada uno.
—Sé que están pasando por dificultades, hasta que puedan regresar a sus hogares quiero que se cobijen dentro del complejo —explicó Malthus—. Ahora son residentes oficiales de esta villa.
Wendelina desenrolló la hoja y la leyó con desconfianza.
—No necesito otro hogar, solo quiero a mi amiga Greta de regreso —sentenció ella haciendo gestos de negación con la cabeza.
—Yo tampoco puedo aceptarlo —agregó David tratando de devolver el pergamino—. No pienso quedarme aquí, debo encontrar a mi hermano Nathael.
Malthus se negó a recibir de nuevo los manuscritos que les había entregado.
—Ya sabemos quién atacó tu aldea, David; Y también sabemos quién se llevó a tu amiga, Wendelina —recordó Malthus—. Estamos del mismo lado, tenemos el mismo enemigo en común y les debo mi ayuda después de todo lo que hicieron por mí.
David y Wendelina se miraron el uno al otro y, luego de un momento, asintieron y se quedaron con los pergaminos.
—¿Cuál es el próximo paso? —pidió saber Sophia acercándose más al escritorio.
—Comandante Laurence, traiga el mapa —ordenó Malthus.
El hombre tomó un enorme rollo de la parte más alta de uno de los estantes y lo desplegó sobre la mesa, cubriéndola casi en su totalidad.
—Nosotros estamos aquí en la villa. Ustedes dijeron que la mayoría de los soldados del rey huyeron —empezó a diagramar Malthus.
—Así es, se fueron sin pelear —explicó Laurence—. Seguramente fueron hacia el norte.
—Hacia la fortaleza escarlata —mostró Sophía en el mapa.
—Sin dudas. Y una vez allí pueden recibir refuerzos desde el castillo del rey y marchar contra nosotros —agregó Laurence.
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Aprendiz de valiente
AdventureDavid es un simple aldeano que es llamado a las armas para proteger a su comunidad en un conflicto por el que perderá su hogar y secuestrarán a su hermano. Iniciará un viaje para ir a rescatarlo develando a su paso todo lo que está ocurriendo en el...