41 Duras noticias

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Capítulo 41: Duras noticias

El comandante Laurence golpeó sus palmas para atraer la atención de todos los presentes; a su lado, el magistrado Malthus todavía se encontraba examinando el mapa que estaba sobre la mesa principal que ocupaba buena parte de la tienda.

Todos se acercaron a la tabla y esperaron a que el magistrado comenzara a hablar.

—La situación que tuvimos el día anterior se acaba de agravar —comenzó diciendo Malthus.

Sophía levantó rápidamente su mano.

—¿Qué ocurre, Sophía? —preguntó el magistrado.

—¿De qué situación estamos hablando?

Malthus se frotó la cara y suspiró por lo bajo.

—Cierto, tú no estuviste aquí ayer. Tenemos un grave problema: Se han enfermado muchos, no sabemos qué está pasando y realmente estamos preocupados.

Sebastián avanzó un paso al frente para acercarse hasta el borde de la mesa.

—Sé más directo. Dinos lo que estás pensando —exigió el rubio y fornido.

—Cada vez es más difícil encontrar soldados para cubrir los puestos que dejan los enfermos —explicó el comandante Laurence, tomando la palabra.

—¿Eso qué significa? —insistió Sophía.

Se hizo un pequeño silencio en la tienda. Malthus miró a Laurence, éste agachó la cabeza y no dijo nada. El magistrado bajó su vista hacia el mapa y tomó coraje.

—Significa que es posible que no podamos sostener el asedio por mucho tiempo.

David comenzó a sentir una opresión en el pecho, sentía que su cuerpo era más pesado y que el aire estaba cada vez más denso. Había pasado por tanto, y ahora corría el peligro de no poder seguir adelante.

—Quieren retirarse —mencionó el joven en voz alta.

Todos quedaron expectantes ante las palabras de David, esperando que el magistrado lo niegue, pero nadie le respondió.

—¿Retirarnos? —insistió Sophía, al ver que nadie hablaba—. ¿Es en serio?

—Yo no he dicho eso —reconoció Malthus.

—Pero sí es una posibilidad, y hay que prepararse para ella —añadió el comandante Laurence.

—¡No pueden! —protestó Sebastián, llevándose sus enormes manos sobre la cabeza—. Trabajamos mucho. Con la niña rubia hemos hecho que en pocos días vayamos a tener solucionado el problema del agua para todo el campamento; y ahora, quieren rendirse.

—Nadie quiere rendirse, Sebastián —cuestionó el magistrado las palabras del oficial rubio y fornido.

—Pero si esto no mejora pronto quizás no haya otra opción —añadió Laurence—. Sería una retirada táctica: retroceder, esperar a que mejoren nuestros hombres y volver.

Un manto de pesadumbre cayó sobre toda la tienda en la que funcionaba el cuartel general del campamento. David recorrió los rostros de todos los oficiales y soldados que estaban presentes en la reunión, la mayoría se mostraban abatidos. Sophía se cubrió la frente con una mano y negó con la cabeza.

—Por eso los llamé aquí. Necesito que empaquen y se preparen para irnos —sentenció el magistrado Malthus—. Es una orden.

Algunos oficiales y soldados comenzaron a abandonar el cuartel. David estaba clavado en el piso, sin ánimos de moverse ni reaccionar.

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