Capítulo 40: Indecisiones
David, Wendelina y Sophía cruzaron todo el campamento en dirección a la tienda de Malthus. Al entrar en la carpa que funcionaba como cuartel principal notaron bastante movimiento entre los oficiales que estaban dentro.
Sophía buscó al magistrado con la mirada y levantó su mano cuando lo reconoció, tratando de llamar su atención.
—Malthus, ¿tienes un momento para hablar? —pidió la mujer de figura alargada.
—¿Puede ser en otro momento, Sophía?
—Es que debo decirte algo. Creo que es necesario que lo sepas.
Malthus arqueó una ceja, había notado un claro tono de preocupación en las palabras de su maestra de armas.
—¿Ocurre algo? —preguntó.
—No lo sé —reconoció Sophía—. Estábamos entrenando y varios de mis alumnos se descompensaron.
Malthus llevó una mano hacia su barbilla y se tomó un instante para sopesar las palabras de la mujer de cabello castaño y figura alargada.
—Nuestros soldados hace mucho que no hacen ejercicio físico —sugirió Malthus—. Quizás fuiste muy intensa con ellos.
—No lo creo —reconoció Sophía—, estoy organizando entrenamientos básicos; los he hecho muchas veces antes y esta es la primera vez que veo algo así.
Malthus puso los ojos en blanco y rascó ligeramente su barbilla; un instante después, alzó la vista para sostenerle la mirada a Sophía.
—Suspende los entrenamientos —ordenó el magistrado.
—En realidad no creo que haya sido el ejercicio lo que les hizo daño —insistió Sophía.
—Suspéndelos —sentenció Malthus con un tono firme y serio.
—Pero... debes escucharme, te digo que no...
Malthus levantó su palma para hacer la señal de alto a la altura del rostro de Sophía.
—Maestra, lo que acabo de darle fue una orden. No tiene la autoridad para discutirla y no voy a repetirla.
Sophía apretó los dientes, bajó la vista y asintió con la cabeza.
—Sí, por supuesto —accedió, dando media vuelta sobre sus pies para salir de la carpa—. David, vamos.
David, Wendelina y Sophía encararon hacia la tienda que compartían los dos jóvenes. La mujer de figura alargada encabezaba la caminata avanzando a paso ligero y bufando por lo bajo.
Wendelina apuró su andar para ponerse al lado de la maestra de armas.
—Los síntomas de los soldados no parecían de agotamiento —opinó la muchacha.
Sophía siguió su marcha y no reaccionó de ninguna forma a las palabras de Wendelina.
—Debe ser otra cosa. Parecía que estaban enfermos —siguió hablando la muchacha.
—Dile eso a Malthus —gruñó Sophía, endureciendo sus facciones y haciendo una mueca de desagrado.
—Podría hacerlo —aseguró Wendelina, y luego hizo una pequeña pausa—. Mañana. Cuando no haya tanto movimiento en el cuartel.
—Hazlo. Quizás a tí te escuche —respondió la mujer de figura alargada.
Sophía acompañó a los jóvenes hasta la tienda que compartían y se retiró para dejarlos solos.
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Aprendiz de valiente
AdventureDavid es un simple aldeano que es llamado a las armas para proteger a su comunidad en un conflicto por el que perderá su hogar y secuestrarán a su hermano. Iniciará un viaje para ir a rescatarlo develando a su paso todo lo que está ocurriendo en el...