Capítulo 17: Reunión prohibida
El ambiente en la oficina de Laurence era bastante optimista, en parte por la motivación que el hombre canoso con la cicatriz en la cara les infundía a sus subordinados y por la confianza que emanaba de los tres oficiales.
Sophia y Lando se dieron los últimos ánimos antes de cruzar la puerta en dirección a su misión, prestando atención a las últimas indicaciones que realizaba Laurence.
—Recuerden actuar con cautela y sigilo —ordenó Laurence marcando cada palabra para enfatizar su importancia—, el factor sorpresa es la clave del éxito en esta tarea.
Sus dos subalternos asintieron con efusividad, brindándole una sensación de seguridad.
—David, recuerda, ningún soldado del rey puede ver a Malthus. Tu eres el responsable de eso —encomendó Sophia antes de salir.
David cabeceó para dar el sí, orgulloso y agradecido con ella por permitirle ser útil en esos momentos.
—Lo hará bien, descuida —dijo Malthus sonriéndole a David de manera amistosa.
Lando fue el primero en asomarse a la ventana para asegurarse de que no hubiese nadie pasando por las calles fuera de la oficina que pudiera delatar las intenciones del grupo.
—Todo despejado —informó luego de un momento.
—Muy bien, en marcha entonces —ordenó Laurence que luego se dio vuelta en dirección a Malthus—. Traeremos a sus soldados, señor magistrado.
Malthus se paró lo más derecho posible y asintió lento pero con seguridad, en un tono solemne.
Laurence, Sophia y Lando salieron por la puerta de la oficina, hacia la calle, de manera sigilosa.
David se acercó a la ventana para seguirlos con la mirada, pero los perdió de vista rápidamente entre los edificios de la villa administrativa.
—Noble caballero, no te acerques tanto a las ventanas, puedes vigilarlas sin exponerte tanto —recomendó Wendelina al ver que David estaba parado justo frente al vidrio.
—Ahora solo debemos esperar —dijo Malthus para calmar las ansías de David,que se mostraba un poco inquieto.
Lo sé —respondió David—. Estaremos bien —dijo alejándose unos pasos de la ventana y la puerta, tratando de estar alerta ante cualquier circunstancia.
Wendelina se acercó a él y desenfundó su daga, prestando atención a la entrada de la oficina.
Pasaron así varios minutos en silencio hasta que alguien se acercó y tocó a la puerta. David lo había visto acercarse desde la ventana, pero el ruido lo tomó desprevenido y se sobresaltó.
—Alguien vino —informó él asomándose un poco al vidrio para tratar de ver mejor.
—¿Es de los nuestros? —preguntó Malthus un poco perturbado.
—No lo sé —se sinceró David que desde su posición no podía distinguir los atavíos azules.
Malthus se acercó a la ventana, ante los ojos incrédulos de David y corroboró la identidad de la persona que golpeaba la puerta de la oficina.
—Es de los nuestros —confirmó Malthus haciendo un ademán con la mano para ordenar que le abrieran.
David le cruzó una mirada de reproche por unos segundos, antes de obedecerle.
—Eso fue osado, no debiste acercarte a la ventana —le recriminó moviendo la cabeza en señal de frustración.
David abrió la puerta sin perder la concentración, con Wendelina muy cerca, preparados para cualquier eventualidad.
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Aprendiz de valiente
AdventureDavid es un simple aldeano que es llamado a las armas para proteger a su comunidad en un conflicto por el que perderá su hogar y secuestrarán a su hermano. Iniciará un viaje para ir a rescatarlo develando a su paso todo lo que está ocurriendo en el...