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Las despedidas no eran el final.

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Mis párpados se cerraban, pero el viento me abrazaba cuando caía de aquel acantilado, iba de camino al risco, y lo último que vi, fueron sus ojos. Me levante con brutalidad, sintiendo una leve bocanada de aire, una que me devolvió los suspiros. Suspire y restregué mi rostro. Joder, era increíble esto, increíble como el tiempo agrandaba más la herida. Me quede en el borde de aquella cama, quitándome las sábanas. Estaba aturdida, las cosas estaban pasando de una manera tan rápida que no podía acoplarme. Giré la mirada, de reojo podía observar que Ethan estaba ahí. Dormía plácidamente, de seguro no había tenido el tiempo de dormir con tanta calma como desde mi regreso. Me levante de la cama, podía ver las luces de la mañana reflejarse por la cortina, pero cuando la abrí, el día estaba grisáceo y opaco, incluso sentía frío. Me puse un mahón, colocándome mis zapatos, era ya la costumbre de levantarme y vestirme para revisar que todo siquiera en orden; ya hace muchos años que dejamos de vivir en el mundo real, y aunque construyéramos un nuevo mundo, jamás sería como el de antes. Abrí la puerta de la habitación con delicadeza, esperando ir a la de mis hijos, pero las puertas de sus habitaciones estaban abiertas. Me acerqué a donde dormía Caleb, encontrándome con que estaba confortada con Michael. Sonreí.

Pese a que Connor ya se había instalado en una casa junto a él, Michael parecía aún estar acostumbrado a dormir por acá. Cerré la puerta con delicadeza, Caleb y Alanna no estaban en la otra. Toque mi cabeza, había acabado de volver, y empezaba a sentirme paranoica, lo que no quería. Me quede recostada en aquel pasillo, retomando aire, sabía que estaban bien, sabía que no correrían peligro en este instante, pero no dejaba de culparme por permitir que Caleb sufriera un grave peligro aquel día; casi moriría, estaba segura que su vida escapaba de mis manos. Volví a mi habitación, la ducha que tomé fue rápida, quería distraerme, pero debía localizar que mis hijos donde estuvieran, estaban bien y con vida. Me vestí, aún Ethan estaba acostado en la cama, no había manera de que lo despertara, necesitaba que descansara por cualquier situación que se avecinara a nosotros. Baje rápidamente las escaleras, había un gran silencio en los alrededores antes de salir, pero lo hice. Salí afuera, observando un gran silencio perturbador, aunque hubiera gente alrededor caminando y haciendo sus averías. Caminaba con prisa, con mucha prisa y por un momento sentía tener el alma de Rick Grimes cuando llegó aquí por primera vez luego de haber estado tanto tiempo afuera; desconfiado e inseguro, pero era una dramática a su lado, no estuve menos de cuatro meses afuera, a diferencia del largo tiempo que estuvimos en el bosque, sin nada.

—Aliana.—me detuve en seco, girándome para observar aquel hombre postrado frente al balcón de una casa, solitario junto a un gran perro acostado en el suelo.—¿Estás bien?—me fui acercando a Daryl, este me miraba extraño, podía ver las ojeras marcadas bajo sus ojos, se veía mal.

—¿Alanna y Caleb están con Carl?—le pregunté espontáneamente, su rostro relajado me asintió, calmándome la duda.—Es extraño, ¿no es así?—le pregunté nuevamente, pero él no respondió ante lo ajeno que estaba de mi mente.—Hablar con Carl en el presente, cuando nos acostumbramos a mencionarlo de manera pasada.—esclarecí.

—Si, lo es.—afirmó, sentándose en los escalones de su casa, mientras que el perro me olfateaba por mi cercanía.—Es más extraño para mi... —musitó.—Cuando eres adulto, el tiempo para ti parece detenerse, porque todo es igual. Las deudas, los problemas, el trabajo, pero todo eso se desvaneció cuando todo empezó. Mi tiempo se detuvo, se que él de los que aún siguen aquí, también. Nos acostumbramos a verlo crecer, a ver cómo Carl se convertía en un hombre, a diferencia del niño que se escondía debajo de la falda de su madre; si, aún la recuerdo, Lori.—continuaba musitando, mientras le escuchaba.—Pero, después también te veíamos crecer a ti. Como Maggie y Glenn redimían su vida acoplándose a una casa de muñecas que se volvió real, incluso hasta después de su muerte. Ustedes han crecido ante nuestros ojos, como ahora lo esta haciendo Judith. Es inevitable sentirse viejo, pero lo inevitable es no sentir dolor teniéndolos lejos. Ya no eran solamente de la vida, ustedes eran nuestros hijos también. Es por eso que es extraño, pero a la vez me siento con vida al ver a Carl caminando por aquí como si nunca se hubiera ido.—estaba parada, viendo como miraba a la calle, afligido a sus palabras tan puras.

𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐨𝐦𝐨𝐬── 𝐀𝐥𝐢𝐚𝐧𝐚 𝐆𝐫𝐢𝐦𝐞𝐬 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora