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Lo que la vida da

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Lo que la vida da.

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Sentía algo tibio. Una suavidad pasar por mi mejilla, dándome un escalofrío. No podía abrir mis párpados. La oscuridad estaba presente y en medio de eso, podía oír susurros aclamar mi nombre. Lo que parecía frío, recobró calidez como la luz que alumbró la oscuridad. Mis párpados ya no pesaban, pero era como si pudiera ver a través de ellos lo que se me presentaba. Mi corazón palpitaba, palpitaba aliviado. Oía sus voces, las oía tan lejos que mi corazón empezaba a desintegrarse y más cuando juré oír el clamado llamado de mis hermanos. Lentamente abro mis párpados, sentía aún la pesadez en ellos, pero pude lograr ver un techo. No lo reconocía del todo, aunque sé que ya había estado aquí. Giré mi cabeza para así ver los verdosos ojos de Maggie mirarme con detenimiento. Su mano estaba extendida en mi rostro con ese tibio pañuelo que parecía limpiarme. Me mantuve recostada buscando oxígeno y más cuando visualicé a esa mujer recostada en la pared. Veía a Carol mirarme, mientras que a su lado Michonne yacía. Se veían opacas e incluso exhaustas, pero ahí estaban, conmigo como siempre.

—¿Cuanto tiempo dormí?—pregunte, buscando el confort en su mirada, solo veía a Carol asimilar el hecho de que volvía a verme con vida después de tanto.

—Todo el camino al reino. Llegamos al amanecer.—respondió Maggie, distanciando el pañuelo de mi.

—¿Quienes no llegaron?—fue lo primero que pregunté.—¿Y mis hijos?—cuestione, intentando levantarme, pero todo me dolió hasta arquearme.

—Cuidado.—me pidió Maggie, ayudando a que pudiera caer sentada en la camilla.

—Solo la niña murió. Todos están bien.—solté una bocanada de aire, bajando la cabeza ante el balde de agua fría que me lanzaron.—Alanna y Caleb están con Carl.—anunció, por lo cual el alivio llegó hasta mis músculos tensos, pero la tristeza se quedó pegada a mi como el frío.

—Por Dios... —susurré, observando mis manos las cuales estaban manchadas de sangre seca.

—La han traído hasta acá, pero la han llevado a otro lugar para sepultarla.—contó Michonne, con un tono de voz decaído.—No podíamos hacer nada. Se desangró mediante la herida, su madre se encargó de acabar con el sufrimiento.—indicó, intentando de sonar sensible, la situación era más turbia y dolorosa de lo que se podía imaginar.—No iba a lograrlo.—decayó en decir.

—Fuera de eso, los susurradores se han ido.—interfirió Carol, quien se veía reacia, pues podía entender su sufrimiento y en cómo quizás no pudo defender a Henry como lo hubiera querido.

—Pero nos tomará tiempo reconstruir las comunidades nuevamente. Así que nos quedaremos aquí.—indicó Maggie, mientras asentí.

𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐨𝐦𝐨𝐬── 𝐀𝐥𝐢𝐚𝐧𝐚 𝐆𝐫𝐢𝐦𝐞𝐬 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora