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Ya no te necesito.

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Mi pierna tambaleaba. Podía ver a través de la ventana, que la luz del día se reflejaba como uno nuevo. Mi cabello estaba atada en una alta coleta, mientras que en la mesa de noche aún lado, yacía mi arma y su estuche abierto. La luz de la lámpara reflejaba el rostro de Carl. Él estaba dormido, aunque aún lado suyo, en cada extremo, nuestros hijos lo acompañaban. Era extraño, aún no podía acostumbrarme a esto, sin importar que fuera lo que más anhelaba años atrás, seguía sin parecer real. Suspire restregando mis ojos, la taza de café a mi lado estaba vacía, exhausta pase toda la noche aquí, viendo la palidez de su piel e incluso, la amarga cicatriz de su ojo que fue cubierta con un vendaje. Probablemente Carl nunca superó el hecho de que haya perdido un ojo, como quizás yo no puedo superar lo fuerte que fue para mi el haberlo perdido por seis años. Lo miraba de reojo, no podía dejar de hacerlo y por alguna razón, eso me hacía sentir terrible. Nuevamente restregué mis ojos, hasta esconder mi rostro entre las manos. Acerque la silla hasta un lado de la camilla, de una manera sutil, pues Caleb estaba de ese lado derecho, durmiendo a su lado.

Era una conexión. Una que mi hijo anhelaba, pues en las noches los sueños lo atormentaban por la ausencia de un padre que necesitaba y ahora que Carl estaba aquí, nuestro hijo no podría sentirse tan seguro, como Carl se sentía con Rick. Acaricie el oscuro castaño cabello del pequeño recostado, dormía placenteramente, al punto de que su boca estuviera entreabierta. Mis manos se deslizaron, hasta poder tomar las manos de Carl. Su cuerpo ya no se sentía caliente, la fiebre disminuyó. Aliviada ante eso apreté sus manos fuertemente y las ajunte, para llevarlas hasta mi boca y plasmar un suave beso. El amargo y frío recuerdo de esa noche, donde Carl parecía morir ante mi, me atormentó en el día de ayer cuando lo vi desvanecer como si agonizara. Que fría noche aquella que vivimos, pero que milagro el día en que ahora continuamos viviendo, pese a lo que somos Carl y yo, nunca podré dejar de mirarlo y evitar sentir que mi corazón latía por su vivencia. Mis ojos se humedecieron. Me clavaba la estaca en mi espalda, porque había continuado en vano y eso me dolía, al saber que probablemente, amaba a Carl y eso, nunca podría cambiarse.

—Despierta ya, alguacil... —murmure, para así dejar de sostener sus manos ante la puerta de la enfermería abrirse delicadamente, mostrándome así a Michonne y con ella, Stephanie conjunto a su hermana Sarah.

—¿Cómo está?—me preguntó Michonne en un tono bajo, mientras que removí el cuerpo de Caleb suavemente, me levante de la silla para ver cómo Stephanie me miraba detenidamente.

—Siddiq vino hace una hora, limpió la herida y le dio unos antibióticos para la fiebre, lo veo mucho mejor.—respondí, sacando a Caleb de la camilla en cuanto se despertó, sosteniéndolo en mis brazos.

—Gracias por cuidarlo Aliana, nosotras nos quedaremos.—anuncio Sarah de una manera amable, asentí.—Sammy está afuera, quizás Alanna y Caleb quieran jugar con ella.—opinó.

—Si, eso estaría bien.—acepté, sosteniendo la mano de Alanna quien caminaba vagamente y restregaba sus ojos soñolienta.—Lo siento mi amor, lo verán más tarde.—le decía a Alanna, quien se giraba para mirar a Carl.

—Andando.—indicó Michonne, para así salir junto a mí y los niños fuera de la enfermería, viendo el sol sobresalir; cerrando la puerta, las cortinas abiertas fueron cerradas por Sarah, haciéndome mirar a Michonne desconcertada.

—No me iré de aquí.—le dije en un tono bajo, bajando los regalos y viendo como Alanna corría hacia Sammy, quien yacía al final del lago, acompañada de aquel niño, a quien miré detenidamente.

𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐨𝐦𝐨𝐬── 𝐀𝐥𝐢𝐚𝐧𝐚 𝐆𝐫𝐢𝐦𝐞𝐬 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora