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El principio del fin

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El principio del fin.

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Sentía la pesadez de mis párpados impedir que abriera mis ojos. Me sentía perdida, como en una nube que se desvanecía de a poco. Aquella misma que escondía la luz del sol en medio del cielo grisáceo que busque cuando noté que estaba acostada en el suelo verdoso. El césped se pegó a mi mejilla, como también las rocas rasparon la piel hasta hacerme sentir un ardor cuando las yemas de mis manos pasaron por ahí. Levante la mirada para observar al lago, viendo a los caminantes en la orilla. Estaban muertos. Me quede recostada en el suelo, mis codos aguantaban todo mi peso mientras miré anonadada el flote de madera también arrinconado en la orilla. Estaba vacío, sin nadie ahí. Mi garganta se calentó en sintonía con mis ojos que se humedecieron, derramando lágrimas. Denegué. Lo único que me quedaba por afligir en mi mente era la aceptación, se había llevado a mi hija con ella y no había manera de alcanzarla a este punto. Me arrodillé en el suelo, me mecía a mi misma para intentar de retener mi dolor. Oí pasos, oí una voz llamarme, pero no me moví. Estaba en un transe, estaba aturdida. Era tanto el peso que no podía moverme. No, no podía hacerlo.

—¡Aliana! ¡Aliana!—las manos de Ethan me sujetaron el rostro con fuerza, me removía.—¿Dónde está Michael? ¿Qué pasó con Eliana?—me preguntaba intenso, su voz se oía tan lejos a pesar de él estar arrodillado frente a mi.

—¿Michael?—me pregunté, oyendo mi voz tan baja no pude evitar girarme para ver que Michael no estaba en donde lo vi la última vez.

—¡Aliana, mírame!—me pedía, mientras que mi cabeza dolía, las punzadas eran fuertes.

—Se los llevó... —murmure, en un tono bajo que Ethan no podía escuchar.—Sarah... —susurré.

—¡¿Dónde están Aliana?! ¡¿Qué sucedió?!—preguntaba en medio de sus gritos desesperados, la sangre bajaba por su cien y Ethan no dejaba de removerme con brusquedad.—¡Aliana!—me llamo, notaba mi transe y lo aturdida que estaba.

—Se los llevó.—musitaba, mirando algún punto fijo.—Ella se los llevó.—afirme, sumamente ida.

—¡Maldita sea!—exclamo, levantándose del suelo y soltándome, Ethan sostuvo su cabello con fuerza.—¡Maldita hija de puta!—grito.—Fue una trampa, sabía que no podíamos confiar en ella, ¡te lo dije Aliana!—decía, y tenía razón; peque de ingenua al creer que lo tenía controlado.

—Tenemos que volver.—dije adolorida, levantándome mientras el aire salía de mi boca.

—¿Qué?—me preguntó Ethan, acercándose a mi.—Tenemos que ir tras de ella, ¡se llevó a nuestra hija!—dijo furioso.—A mi... a mi sobrino.—musitó él con sus labios y manos temblorosas.

𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐨𝐦𝐨𝐬── 𝐀𝐥𝐢𝐚𝐧𝐚 𝐆𝐫𝐢𝐦𝐞𝐬 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora