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Aquí viene Negan

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Aquí viene Negan.

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Suspire, sentado en ese banco, suspire sin moverme. No podía hablar, me pesaba tanto la lengua por mi estado de ido, que no podía expresarme. No había contado cuánto tiempo ha pasado desde la vez que vi a este hombre, pero que esté aquí frente a mi ahora era diferente a cómo lo veía antes. Un monstruo. Y ahora, Negan era el padre de la chica que amaba, el abuelo de mis hijos. El mundo se sentía cada vez más pequeño y por eso, aún él estando sentado frente a mi y cabizbajo, no me hacia poder tener la valentía de hablar. Estaba limpio, aunque había llegado con tierra en su ropa, sangre en sus manos y una mascara marcada en sus mejillas, Negan había llegado. Lo hizo por si solo. Nadie tuvo que buscarlo, él encontró a su familia, la encontró como también la vengo. Y la imagen más bonita que pude procesar, no fue el que mis hijos gritaran de conmoción por la presencia de su abuelo, si no, cuando él se desmoronó en lágrimas al procesar el hecho de que su hija yacía con vida. Por eso él estaba ahí sentado, asimilando y sosteniendo sus propias manos en agradecimiento a quien sea que lo escuchara allá arriba.

—No has cambiado nada.—me atreví a decir, viendo como Negan dirigió su mirada a mi, sonriendo de lado, de una manera genuina que jamás creí ver.

—Puedo decir lo mismo de ti, Carl.—comentó, de una forma tranquila por haberme atrevido a romper el hielo entre ambos.—El futuro asesino en serie, ahora padre de familia, que loco suena.—dijo de manera bufona.

—No somos tan diferentes ahora que lo piensas.—justifique para verlo asentir rápidamente.

—Y es la mejor sensación que alguien puede sentir. ¿No es así?—me preguntó.—Luego de tantos años, aún sientes la emoción que hubieses sentido al principio. No importa el tiempo, el amor sigue ahí y perturba para siempre.—decía.

—¿Por eso decapitaste a esa mujer?—cuestione, señalando hacia dónde Aliana estaba arrodillada aún lado de Lydia, frente a ellas yacía aquella cabeza, con unos ojos amarillentos y piel pálida, se denotaba la transformación de la mujer que había causado un alboroto.

—Hice lo que cualquier padre hubiese hecho.—respondió.—Me convertí en el monstruo que solía ser, por mis hijas, pero ahora que eres padre, serás capaz de entender cada una de las cosas que no entendías del tuyo.—amargamente baje la cabeza.

—Soy quien soy por él.—indique, mirándole.—No puedes decir lo mismo de ti, porque mi padre creó un líder.—detallaba para verlo reír.

—¿Qué quieres decirme?—me preguntó.—¿Qué no conduje a Nathan hacia el camino correcto? Le enseñe a Nathan lo que era sobrevivir. Le enseñe lo que era pelear, le enseñe a mi hijo lo importante de estar en un mundo como este, seguir adelante.—se cuestionó entre dientes, por lo cual denegué.

—No creaste el mundo que él necesitaba.—interferí.—Lo condujiste a que odiará, a que se obsesionara con el poder. Torturo a sus hermanas, no las amaba, estaba enfermo.—continué diciendo, mientras que él negaba.

𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐨𝐦𝐨𝐬── 𝐀𝐥𝐢𝐚𝐧𝐚 𝐆𝐫𝐢𝐦𝐞𝐬 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora