3.

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Natasha se abrazó a si misma durante todo el trayecto ante la mirada de Steve quien vigilaba cada uno de sus pasos; aquella chica había resultado muy afectada por tal desfachatez de aquel soldado.

— Hemos llegado a la calle donde vivo, de nueva cuenta gracias.

Natasha le sonrió con timidez al hombre que asintío en silencio.

— Soy Steve Rogers — el hombre le tendió la mano la cual Natasha la estrechó amigablemente — me gustaría llevarte hasta la puerta de tu casa, no quiero pensar que aquel tipo haya podido seguirnos, si me permite claro bella dama.

— Natasha, ese es mi nombre, es muy gentil de su parte.

— Es mi deber, si una dama está en peligro, debo ayudarla.

— Es usted muy....

— ¡Natasha!

La voz de Iván Romanoff resonó por la calle haciendo sobresaltar a la muchacha quién dejó atrás a Steve para ir al encuentro con su padre el cuál la recibió con una cachetada en el rostro.

— ¡Que sea la última vez que haces una rabieta asi!

Natasha rompió a llorar mientras acariciaba su mejilla la cual le ardía, bajó la cabeza y decidió seguir su camino hacia su casa donde Yelena la alcanzó para meterla a la casa.

Aquello había sido una completa humillación y Steve había visto todo.

La cara de Iván se desfiguró por completo al enfocar al hombre con el que estaba su hija momentos antes, la vergüenza lo invadió.

— Señor Rogers, lamento lo que vió, a veces mi hija necesita un correctivo.

Steve apretó los puños de rabia, aquel insolente no se habia medido.

— Su hija estuvo en peligro hace un momento, la traje a casa y usted la recibe así, ¿Que clase de padre es usted, general?

Iván se quedó sin palabras mirando a Steve quien seguía con la expresión dura en su rostro.

— ¿Que le ha sucedido?

— Un soldado la ha agredido, no importa, sólo espero que la señorita se encuentre bien.

Ivan asintío intrigado, en definitiva tenia mucho de que hablar con su hija.

— Lamento habernos encontrado en medio de una situación así, Natasha últimamente ha estado muy rebelde, debo decir que me sorprende encontrarlo.

— Vine a la ciudad a arrglar un par de negocio y justamente a verlo, tiene una deuda conmigo.

Aquella confesión alertó a Iván, Steve tenía razón.

— ¿Podemos hablar de esto en mi despacho? Acompañeme a mi hogar.

Ambos hombres caminaron hacía el interior de la casa la cual Steve observó con detenimiento, era grande con dos plantas, lujosa, con algunos sirvientes, para su mala suerte no volvió a ver a la chica la cual lo había dejado cautivado.

Natasha se había tumbado sobre su cama llorando ante la mirada de Yelena que sin saber cómo podría ayudarla se limitaba a consolarla acariciando su cabello mientras que Clinton y Laura las miraban preocupados.

— Iré a traerle un té y algo de comer — Laura besó la mejilla de su esposo y después salió rumbo a la cocina.

— ¿Que pasó muñequita?

Ɑʍօɾ RҽɑƖ || Romanogers AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora