𝓒𝓪𝓹𝓲𝓽𝓾𝓵𝓸 31. 𝓔𝓷𝓽𝓸𝓷𝓬𝓮𝓼...

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Habían pasado dos días desde que Poché y yo habíamos vuelto de nuestra luna de miel. Al llegar descubrí que Poché de alguna manera había echo que todas mis cosas estuvieran en la casa que ahora compartiría con ella. Era chistoso recordar su rostro cuando la mire con enojo aquel día, en serio odiaba que tomara decisiones por mi, pero bueno, de alguna manera me convenció para que dejara mi enojo de lado.

Ella hoy se había levantado temprano por qué ya tenía que volver a la oficina y yo iba a ver a mi madre para después también ir, ya era hora de volver a nuestra rutina y a nuestras vidas, solo que juntas.

Me levanté de la cama y me fui a dar una ducha un poco larga de agua caliente, hice mi aseo personal y después salí envuelta en una toalla mientras que con la otra secaba mi cabello. Me metí en el closet y busque el atuendo que me pondría el día de hoy, busque mi ropa interior, opte por un vestido de color negro que me llegaba a un poco más arriba de las rodillas, y unos lindos tacones que me había regalado mi esposa hace unos días. Me vestí, me arregle mi cabello, maquillé y ya estaba perfecta. Tomé mi cartera y mi celular y me fui hasta la cocina donde se encontraba Lina, la Nana de Poché.

- Buenos días Lina, ¿Cómo amaneció? - pregunté educadamente.

- Hola mi niña, amanecí bien muchas gracias ¿Y usted? - me devolvió el saludo y empezo a servirme mi desayuno.

- Me alegro, yo amanecí bien. Iré a ver a mi madre y ya después iré a la oficina - dije mientras me sentaba en una de las sillas altas que había ahí.

- Está bien mi niña, aquí tiene su desayuno y espero que lo disfrute - asentí.

- Muchas gracias.

Desayuné el rico desayuno de Lina y después de agradecerle una vez más salí de la casa, afuera estaba parado Mario aún lado del auto cosa que me pareció un poco extraño.

- Mario, buenos días - le saludé.

- Buenos días Calle, la señora me dejó a tu disposición y aquí estoy - explico y hay entendí, Poché.

- Oh ya veo - sonreí - esa mujer nunca dejará de tomar decisiones por mi - el río.

- Supongo que quiere que usted esté bien - asentí - entonces ¿Adónde te llevo?

Suspiré, ya que - A casa de mi madre.

- Andando entonces - me abrió la puerta de la parte de atrás y me subí siendo seguida por el que no tardó nada en subir también y empezar a conducir.

Al llegar a casa de mi madre toque el timbre y minutos después salió ella recibiendome con una gran sonrisa y un fuerte abrazo que me dejó sin respiración.

- ¡Hija! Cuando llegaste - pregunto haciéndome pasar a la casa.

- Hace unos días madre - respondí.

- ¿Y como te fué? ¿A dónde te fuistes que tienes ese espectacular bronceado? - preguntó curiosa y a mí se me salio una sonrisa involuntaria - bueno, tuvo que haber sido algo inolvidable como para tener esa hermosa sonrisa en tu rostro y ese brillo en tus ojos.

- Fue increíble mamá.

- Entonces cuéntame y ya deja la intriga - ordenó.

Empecé a contarle como fueron todas las cosas a mi madre desde que habíamos llegado. Siempre había Sido muy sincera y transparente con ella así que nunca me incomodaba hablar de mis cosas, al fin y al cabo se trata de mi madre.

(...)

Ya había salido de casa de mi madre y me encontraba en el ascensor rumbo a mi piso. No es por nada pero había extrañado mi trabajo y a mis amigas.

𝑬𝒏𝒂𝒎𝒐𝒓𝒂𝒅𝒂 𝒅𝒆 𝒖𝒏𝒂 𝒋𝒆𝒇𝒂 𝒈𝒓𝒖ñ𝒐𝒏𝒂 ( 𝑪𝒂𝒄𝒉é )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora