Encuéntrame a tu lado ✓

Capítulo 24

Olivia

Mi corazón late con fuerza cuando llego a casa. Necesito tranquilizarme y dejar de pensar en lo que acaba de pasar. Camino hasta mi habitación y cierro la puerta.

Me siento tan destrozada y no sé exactamente por qué. Es decir, Joshua nunca fue nada mío pero creí que nuestro vínculo era algo más grande. Realmente creí que estaba a gusto.

¿Una persona falsa que pretende estar bien al mostrar una sonrisa?

¿Manipuladora? ¿Lo manipulé para quedarse?

¿Eso es lo que piensa de mí? 

¿Es eso lo que la gente ve en mí?

Luego de lo de mamá y Abby traté de mantenerme fuerte. Si bien tuve un año de muchos errores, me mentalicé a cambiar, lo hice por papá, por Jamie, por los demás.

Lo hice para convencerme a mi misma de que estaba bien. No lloré más, no me aislé como antes. En su lugar seguí con mi vida como si nada hubiera pasado. Como si sólo hubiera sido un mal día, de esos que todos tienen y que termina a las 12 pm. Me repetí eso a mí misma. Es sólo un mal día.

Fue sólo un mal día.

Lo mantuve dentro todos estos años hasta esta noche.

No puedo encontrar mi bolígrafo favorito.

Cuando me siento presionada, ahogada, nerviosa o ansiosa escribo. Necesito escribir para sacarlo todo, pero no puedo hacerlo sin ella.

No puedo encontrarlo. Es el bolígrafo que Abby me regaló meses antes del accidente. Dijo que la vio en el centro comercial y pensó en mí porque tiene un dinosaurio morado en la punta de la tapa. Ella sabía que odio el color morado y los dinosaurios así que me la regaló.

Casi lo tiro a la basura pero para ese punto ya había perdido mis otros bolígrafos y no podía descartar otro así que lo guardé.

La busco por todos lados pero no está. No comprendo que pasó. Lo había dejado en mi mesa de luz justo al lado de la caja de pañuelos descartables y unos collares enredados.

Nada está yendo bien.

Ese bolígrafo representa a Abby, no puedo volver a perderla. Mi respiración se empieza a acelerar.

No puedo encontrarlo.

Mis manos empiezan a sudar, busco en los cajones del escritorio blanco frente a la ventana y nada.

No puedo encontrarlo.

Mis ojos comienzan a lagrimear y mi visión se vuelve borrosa. Siento como todo se cae, me siento sola. Y ese bolígrafo aún no aparece.

Si no aparece, nada va a estar bien.

Necesito mi medicina. Está en la bolsa junto a la cama. Tomo el frasco pero las pastillas vuelan al piso cuando intento abrirlo.

Caigo sobre mis rodillas y tapo mis oídos. Escucho gritos. No estoy tan segura pero creo que son míos. Sollozos y más gritos.

Puedo escuchar el dolor y no sabía que eso era posible.

Sabía que podía verlo pero no escucharlo de esta forma. Escucho a mi corazón llorando. Pidiendo un descanso.

Siento que muero.

Ni siquiera puedo escuchar cuando papá entra a mi cuarto y me sostiene.

Eso es lo último que recuerdo antes de quedar inconsciente por la falta de aire y un rato más tarde estoy despertando en mi cama.