Capítulo 15

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—¡¡Hinata!!

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—¡¡Hinata!!

Grita Tobio desesperado mientras se acerca al cuerpo del omega. Hinata había colapsado después de tanto esfuerzo realizado, las medicinas que le habían dado antes si habían hecho que el dolor disminuyera, pero por poco tiempo.

—¡Hinata!

Los dos omegas entran, Nishinoya se arrodilla a su lado y dice su nombre varias veces tratando de mantenerlo conciente, pero Hinata no abre sus ojos.

...

—Mamá, ¿Y Hinata?

Pregunta Natsu mientras se pone una camisita blanca con sus pantaloncitos azules. La madre no sabe que contestar, después de todo, su hijo siempre salía en las mañanas, regresaba a casa a almorzar, se iba de nuevo y llegaba a las 4 de la tarde. Aún así sabía que Nishinoya se encargaba de cuidarlo, debido a que Hinata era un poco descuidado. Y hasta ahora no ha pasado algo de que preocuparse, así que baja la guardia.

—Está ocupado querida, así que esta vez tendrás que quedarte solita, ¿está bien?

—Está bien.

Dice la niña con una sonrisa mientras la madre le sonríe y acomoda un mechón de sus cabellos naranjas detrás de su oreja derecha.

Sabe que está mal dejarla sola, pero necesitaba irse...

...

La madre de Shoyo camina por las calles de la ciudad con una capa cubriendo su cuerpo, cabeza y parte de su rostro. Nadie lograba reconocerla, y lo agradecía, después de todo, lo que tenía que hacer era sumamente importante para sus hijos.

Sobre todo para Shoyo.

Cerca del castillo se encontraban locales de gran lujo que brindaban diferentes servicios a las personas más poderosas e importantes del reino. Una cafetería de gran presentación y hermosa entrada era el destino de Aiko Hinata.

La mujer entra y se escucha una pequeña campanita dando aviso de su entrada. Ella entra y recorre con su vista el lugar, buscando mesa por mesa a la persona que buscaba.

A su derecha, la encontró: un hombre de 50 años, vestimenta formal y presencia notable.

Habían pocas personas en esa cafetería, por lo que el hombre se sentiría tranquilo.

Las miradas de los dos adultos se encuentran.

Aiko Hinata tiene una expresión de neutralidad mientras el hombre se veía asustado de su presencia.

La mujer entra y se sienta quedando cara a cara al hombre, apoya sus codos en la mesa y cruza sus piernas tratando de obtener seguridad mediante sus acciones.

Estaba nerviosa. Pasaron tres meses desde que aquel hombre volvió a aparecer en sus vidas.

Tres meses en los que recibió dinero de su parte.

Una mesera se acerca, pregunta que desean ambos y el hombre solo responde dos tazas de café. La mesera toma su orden y se retira, el hombre alfa le era conocido pero prefería mantener silencio.

Meterse con los miembros del ducado real era sumamente peligroso, sobre todo cuando hay cuentas pendientes de por medio. Por eso la madre de Shoyo estaba muy asustada de lo que el hombre le podría hacer a ella o a sus hijos. Pero él fue quien le hizo mucho daño, ella tenía el derecho de reclamar lo que por derecho le pertenece a Shoyo.

—Espero hayas traído la cantidad acordada.

La voz de la mujer era firme y determinada, los nervios que siente en su mente son reprimidos con gran habilidad y fortaleza. Ella era omega, y el Duque era un alfa de los altos mandos.

—Aquí está —la voz del hombre era tranquila, la tonalidad gruesa de su voz contribuía a eso y dejó sobre la mesa, un bolso de tela con el dinero a la vista.

La mujer quedó aterrada.

—Quiero ver a mi hijo lo antes posible.

Dijo el hombre con una voz amenazante, la mujer se pone alerta ante la demanda e inhala y exhala para responder.

—¿Quién te crees que eres? Shoyo no sabe de tu existencia y no la sabrá.

Los ojos de Aiko miraban fijamente los del hombre, estaba sustada y quería irse de allí lo antes posible, pero necesitaba dejar las cosas claras.

—Te recuerdo que la existencia de Shoyo no fue como habría querido que fuera —dice Aiko.

La mujer toma la bolsa entre sus manos y se levanta de la mesa, caminando directo a la salida dispuesta a salir de allí de inmediato.

El hombre frunce su ceño y aprieta sus dientes ante la ira. Pero sabia que caer ante la desesperación disminuiría sus posibilidades.

—Puede que nuestro pasado no haya sido el mejor —la mujer detiene su andar pero no voltea hacia el mayor, ella tiene 32 años apenas, el pasado era un trauma en su vida —. Pero no me arrepiento de nada.

La mujer se sorprende de las palabras dichas por el duque. Saber aquello hizo que un peso muy grande se le quitara de encima y suspiró al darse cuenta de ello. Ella había esperado esas palabras por mucho tiempo, escucharlas ahora la hizo sentirse tranquila por un segundo.

Siguió caminando y salió de la cafetería con la bolsa entre sus manos.

Una pequeñas lágrimas recorrieron sus mejillas.

Una pequeñas lágrimas recorrieron sus mejillas

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Mi Amado Rey | KageHinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora