Capítulo XXI

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Capítulo XXI

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Capítulo XXI

Stephanie corrió directamente hacia la batalla, sin detenerse a pensar en nada. Lanzó su escudo al primer soldado que se le cruzó en el camino, para luego disparar a otro. Y a otro. Y a otro. La mujer parecía un tren fuera de control, deshaciéndose de sus enemigos con la suavidad de la seda, avanzando rápida e imparable, moviéndose ligera y flexible, con movimientos suaves pero letales... elegante y mortal, como un tigre dejándose caer sobre su presa. En la mente sólo tenía una idea: enfrentar a Aelyanna. Conocía los límites de su propio poder y sabía que no podría hacerle frente, que el daño que haría sería apenas el mínimo. Pero, necesitaba hacerlo.

Estaba cansada de sentir miedo, de paralizarse por el recuerdo de todo lo que perdió. Estaba cansada de extrañar a su hija, de sentir aquel vacío en sus brazos, en sus entrañas, en lo más profundo de sí misma. Quería que todo aquello terminara pronto, volver a su mundo. Quería ver la sonrisa de su hermano, abrazar nuevamente a su cuñada, quería escuchar la risa de sus amigos. Quería, más que nada en el mundo, sentir nuevamente el ligero peso de su hija en sus brazos, escucharla cantar, peinar su cabello, disfrutar de su calor, de sus abrazos, de su voz. Quería volver a verse en sus ojos, quería volver a besarla y acariciarla, quería dormir junto a ella y disfrutar su olor dulce. Quería a su hija, maldita sea, quería su vida de regreso.

Con eso en mente, siguió peleando por sí sola, completamente fuera de sí. Tenía el rostro manchado de sangre negra y espesa, como petróleo; su cabello se había soltado del moño y caía libre por su espalda, había perdido su diadema y tenía el uniforme rasgado y manchado. Sin embargo, la adrenalina seguía impulsándola hacia adelante, siempre hacia adelante. Llegó a un punto en el que la fuerza gravitacional del agujero negro sobre ella le revolvió el cabello y supo que no podía seguir avanzando. Si lo hacía, sería atrapada y no quería morir. No así. No ahí. Alzó la mirada hacia el cielo y vio a Aisha en el cielo, peleando contra Aelyanna. Su corazón comenzó a latir con fuerza y, con una idea en la mente, corrió en dirección contraria.

No sólo era Aelyanna la que peleaba con Aisha, sino que, muchos de sus soldados la atacaban desde tierra, impidiéndole luchar con libertad. Stephanie se lanzó contra ellos, derribando a los primeros tres con su escudo. Luego, se lanzó a las piernas de un cuerpo, derribándolo antes de disparar al siguiente. Las criaturas gritaron, llamando a sus compañeros y Stephanie se supo perdida. Su mente procesó rápidamente un plan de escape y, tras mirar a su alrededor en búsqueda de una salida, dirigió sus pasos hacia un edificio cercano. Cruzó el vestíbulo, con una horda de enemigos detrás y cogió las escaleras, subiendo rápidamente, deteniéndose apenas para disparar ocasionalmente. No había tiempo para más.

Cuando las escaleras terminaron, derribó la puerta de la azotea de una patada certera y corrió por el tejado, volteándose al fin para enfrentar a sus enemigos. Los soldados se arrojaron sobre ella, rodeándola por todos lados. Uno la cogió por el cabello y la empujó hacia atrás, haciéndola caer sobre su espalda. Stephanie lo vio alzar la espada sobre ella y, sobreponiéndose al dolor, se empujó hacia adelante, esquivando la hoja y sintiendo el jalón brutal cuando ésta le cortó el cabello cerca del cuello. Con gran dificultad logró soltarse y corrió hacia la orilla, mirando brevemente hacia el vacío. Había subido, por lo menos, veinte pisos y la calle se veía muy distante hacia abajo. Pero, no tenía más opción. Pensando en Nathaniel, se arrojó al vacío, poniendo el escudo por delante, esperando que éste pudiera amortiguar la caída.

Tras ella saltaron los soldados que la habían seguido a la azotea, arrojándose al vacío en su afán por acabar con ella. En el aire, uno logró acercarse lo suficiente y lanzó un mandoble hacia ella, abriendo su muslo en una herida larga y poco profunda que la hizo gritar. El suelo se acercaba vertiginosamente y ella sólo atinó a sostener el escudo con más fuerza antes de que su cuerpo impactara contra el suelo y todo se volviera negro.

Nathaniel se sacudió la mano que intentó sostenerlo por el hombro y giró sobre sí mismo, buscando a su alrededor como un poseso. "Ella no está", era lo único que se repetía en su mente, una y otra vez. Las posibilidades de encontrarla con vida eran mínimas y esa certeza, esa sensación de vacío lo tenía al borde de la desesperación. ¿Y si la había absorbido uno de los agujeros negros? ¿Y si la había asesinado alguno de los soldados de Aelyanna? Podía estar aplastada bajo algún escombro, podía estar herida en algún lugar esperando por él...

─ Nate─ la voz de Natasha a sus espaldas detuvo su tren de pensamiento, volviéndolo a la realidad. La espía estaba mirándolo con tranquilidad y se acercó a él, ignorando su mirada de reproche─ Ven con nosotros. Vamos a buscar a Stephanie.

─ ¿Ahora quieren buscarla? ─ preguntó, sin poder contenerse─ ¡Ella vino con ustedes!

─ Sí, vino a pelear con nosotros. No somos sus niñeras─ respondió Natasha, dejándolo pasmado.

─ No, no son sus niñeras, pero, ella es su compañera, ¿no? ─ volvió a preguntar, dirigiendo ahora su mirada hacia Steve, quien se les había acercado en silencio─ Es tu compañera, ¿no, Steve? Se supone que los compañeros se cuidan entre ellos. Se protegen los unos a los otros...

─ Stephanie salió corriendo, sin decirnos que pensaba hacer y sin llevar su comunicador─ rebatió el capitán, sin poder evitar la culpa que la desaparición de la mujer lo estaba haciendo sentir.

Ya habían perdido a Clint, a Sam, y a Bruce... perderla también a ella significaría una derrota total para el equipo. Habían sido ellos los que habían dejado atrás todo su mundo, incluyendo a su familia, para salvarlos y, ¿cómo les pagaban? Dejando que Nate perdiera a todo lo que le quedaba en el mundo.

─No deberías perder las esperanzas así de fácil─ aseguró Natasha, chasqueando la lengua para luego acercarse a él para cogerlo por un brazo y arrastrarlo con ella─ Deberías saber, mejor que nosotros, lo fuerte que es Stephanie. Esa mujer, TÚ mujer, está hecha de otro material. Ahora, ponte los pantalones y vamos a buscarla en lugar de lloriquear aquí.

Nate abrió mucho los ojos y parpadeó un par de veces. Natasha mantenía una fachada fría y serena, pero, él pudo leer la preocupación en sus ojos. Detrás de ella, Steve y el resto del equipo lo miraban con la misma honda preocupación pintada en sus facciones. La mujer tenía un punto, sin embargo. Su mujer era más de lo que aparentaba. Stephanie tenía la belleza de las doncellas de los cuentos, pero, bajo toda aquella belleza se escondía puro acero. Su voluntad era férrea y sus motivaciones lo suficientemente fuertes como para no dejarse matar con facilidad. Al igual que él, Steph estaba esperando el momento para regresar a su mundo, para recuperar todo lo que amaba. No, ella no podía estar muerta. Tenía demasiado por lo que pelear. Suspiró, dejó caer los hombros y asintió, soltándose del agarre de la mujer.

─ ¿Dónde la vieron por última vez?

Aisha aterrizó con fuerza sobre una superficie dura y fría. A su alrededor se extendía una superficie infinita, negra como la noche y pulida como un espejo que se perdía en la distancia. Sobre ella, sólo se veía el cielo nocturno, con las estrellas refulgiendo a la distancia. Sabiendo donde se encontraba, se puso de pie y esperó pacientemente. Algo, más negro que la noche, comenzó a materializarse frente a ella y pronto, de entre la niebla apareció lo que parecía ser una mujer joven, con el cabello blanco y brillante como polvo de estrellas, los ojos rasgados y penetrantes y una sonrisa en los labios. Además de su rostro y sus manos, que se veían con claridad, todo lo demás se veía borroso, como si estuviera hecho de nubes o de niebla. Su cabello flotaba a su alrededor y se movía con ella, cubriendo y descubriendo sus facciones.

─ ¿A qué debo este honor, hermana querida? ─ preguntó con un tono de voz dulce, mirándola con aquellos extraños ojos completamente negros.

─ He venido a hablar contigo. Quiero ofrecerte un trato─ dijo Aisha, ganándose el interés de su hermana.

La Muerte sonrió, interesada.

─ Soy toda oídos, querida mía. 

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