Capítulo XVII

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Capítulo XVII

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Capítulo XVII

Stephanie entró a su cuarto y cerró la puerta tras ella, como si con eso pudiera alejar los pensamientos y la culpa que estaban carcomiéndole el alma. Arrastró los pies hacia la cama, dejando caer el escudo al piso y se arrojó sobre la colcha, boca abajo. Acomodó el rostro de lado y miró hacia la mesita de noche de Nate. Allí, apoyada contra la base de la lámpara estaba la única fotografía que probaba que un día había tenido una familia y había sido feliz. Victoria le sonreía desde el pequeño marco, con la diadema con orejas de conejo sobre sus rizos dorados. Aquella fue la primera vez que la llevaron a buscar huevos de chocolate y mostraba orgullosamente su canasta con dos pequeños huevos dentro.

Ella y Nate sonreían también a la cámara, uno a cada costado, sosteniendo a su hija con cariño y orgullo. Sonrió suavemente al recordar que, si bien Tori no pudo encontrar más que esos huevos, Tony tenía preparadas para ella docenas de canastas con suficiente chocolate como para alimentar a un país. Bucky, celoso de que el mayor le robara la atención de su única sobrina, había llegado a su casa con un conejo de felpa de metro y medio de alto en el que Tori adoraba dormir. Todos se desvivían por ella, después de todo, era la única niña que vivía en el complejo de Los Vengadores, la primera de los que vendrían... pero, luego Aelyanna había llegado y eliminó las posibilidades de que cualquier otro niño llegara a alegrar sus días. Las sospechas que Wanda le había comunicado unos días antes y que la habían mantenido alejada de las misiones, habían perdido toda importancia cuando el final llegó.

Al final, todo había quedado en nada. Siempre quedaba en nada. Habían acudido a ese mundo para ayudar, para prevenir la tragedia, para enfrentar a la verdugo de su realidad. Pero, nuevamente, sus esfuerzos se volvían nada. El llanto de Laura Barton y sus hijos era la prueba de ello. Los sollozos de los niños aún resonaban en sus oídos. En cuanto regresaron a casa, Steve se había encargado de reunir a la familia para darles las noticias personalmente, decidiendo enfrentar entre todos el dolor de la pérdida de Clint. Cuando finalmente las palabras salieron de sus labios, temblorosamente, Laura se había desplomado con un grito de angustia y sorpresa que le había erizado la piel. Sam había tenido que sostener a la mujer mientras Nat se aferraba a los niños, intentando calmarlos. Ella no había podido soportarlo.

Se había alejado discretamente para luego correr a encerrarse en su cuarto, con los recuerdos frente a sus ojos, destruyéndola por dentro. No se había dado cuenta en qué momento comenzó a llorar ella también, pero, ahora, no podía contener los sollozos. Se hizo un ovillo sobre la cama y cubrió su rostro con sus manos, intentando acallar su llanto. No escuchó cuando la puerta se abrió. Nathaniel se quedó bajo el umbral de la puerta, mirándola con tristeza. El espía cerró tras él y se acercó a la cama, sentándose junto a su esposa. Le acarició la cabeza suavemente con su mano vendada y ella alzó sus ojos enrojecidos hacia él. Se midieron con la mirada por unos momentos, sin decir palabra. No era necesario. Ambos sabían lo que estaban pasando, el peso que llevaban sobre los hombros.

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