Capítulo III

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Capítulo III

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Capítulo III

Stephanie corrió por los pasillos de aquella base desconocida para ella, sin saber adonde ir. No tenía ninguna idea clara, sólo sabía que necesitaba alejarse de los demás. Si hubiera podido escapar de su piel, lo hubiera hecho. Se detuvo en medio de un pasillo y miró hacia ambos costados. No, este no era su hogar. No tenía un cuarto donde refugiarse, no tenía nada ahí. De hecho, ya no tenía nada en ninguna parte. Con el aire escaseándole peligrosamente, se apoyó en la pared y se dejó caer suavemente hasta el piso, abrazando sus rodillas contra su pecho. La había perdido... la pequeña esperanza de que, al menos ella estuviera bien, se había ido con el viento.

⸺¿Steph? ⸺ la voz de Nate a su lado la hizo reaccionar por un momento. Giró el rostro hacia él y notó lo preocupado que se veía⸺ Stephanie... respira, moya lyubov', respira...⸺ le pedía y ella no lo entendía. Hasta que el mareo se hizo presente y vio puntos de colores en sus retinas, sólo entonces se dio cuenta de que estaba sufriendo un ataque de pánico. Uno de tantos.

Se inclinó hacia adelante, intentando que el aire entrara en sus pulmones y él la abrazó contra su pecho, acariciándole la espalda y dirigiendo sus respiraciones con cariño y paciencia. Le susurraba palabras de amor en el oído, una mezcla casi ininteligible de inglés y ruso, que, al menos para ella parecía tener sentido porque comenzó a relajarse entre sus brazos, apoyándose en él y dejándose acunar por el calor y el confort del cuerpo del espía. Así los encontró Natasha. La pelirroja los había seguido y se los quedó mirando por unos momentos, con un peso en el pecho que no supo explicar. Carraspeó suavemente para llamar su atención y les indicó con un gesto que le siguieran.

Nate ayudó a la rubia a ponerse de pie y siguieron a la mujer hasta una habitación. Era amplia, luminosa, pero impersonal. Nada ahí indicaba que alguien la usara. Los recién llegados permanecieron de pie, la chica apoyada en él y el hombre rodeando cariñosamente sus hombros. La espía se obligó a dejar de mirar aquella interacción y recorrió el cuarto para abrir las cortinas. Algo en la relación de ellos le hacía doler el pecho y prefería mantenerse en movimiento antes que quedarse embobada viendo algo que no era suyo, que no se parecía en nada a su realidad y que la llenaba de dudas. Bien, ya tendría tiempo de responderlas, ahora no era el momento.

⸺ Este cuarto siempre está preparado para la gente que llega de misiones y esa clase de cosas... pueden usarla mientras estén aquí⸺ ofreció, dando por hecho que querrían compartir habitación. Visto la relación que parecían tener, no le sorprendió que no objetaran a ese hecho⸺ En el clóset hay ropa limpia que pueden usar y aquí está el baño. La cena se sirve a las siete.

Dicho eso, se retiró, dejándolos solos nuevamente. Sin embargo, permaneció algunos momentos más ahí. Para eso la habían enviado a ella. Necesitaban más información. Stephanie se sentó en la orilla de la cama y se rodeó con sus brazos, respirando profundo para no dejar escapar las lágrimas que picaban en sus párpados.

⸺ La perdimos, ¿verdad? ⸺ preguntó en voz baja, sintiendo los brazos del hombre rodeándola nuevamente. Nate meditó su respuesta unos momentos.

⸺ Eso no lo sabemos aún, Steph. Estaba en el refugio... quizás, quizás Barnes logró sacarlas a tiempo⸺ ella se sacudió de su agarre y se puso de pie, desesperada.

⸺ ¡No me mientas, Nathaniel! ¡Sabes que odio que me mientas! ⸺ exclamó, perdiendo definitivamente la calma que había intentado mantener hasta ese momento. Se enfrentó a él con los puños apretados, temblando de pies a cabeza. Él suspiró y dejó caer la cabeza, rindiéndose por fin al peso de la realidad.

⸺ Tienes razón... la perdimos. ¿Crees que no me duele como a ti? ¿Crees que eso no está matándome por dentro? ¡Es nuestra hija y la dejamos atrás para venir aquí! ¡La dejamos, Steph, y ahora debe estar muerta, igual que todos los demás! ⸺ el sollozo del hombre la hizo reaccionar.

Nate siempre había sido su pilar, siempre; desde que se conocieran, hacía ya tantos años atrás. Él asumió el papel de protector que ella no necesitaba en esos momentos: recién despertada del sueño del hielo, dispuesta a todo para probar que aún era valiosa, que aún era necesaria. Cuando el peligro llegó, y la amenaza se hizo presente, el tenerlo a su lado la hizo pelear con más ahínco. Él era arrogante, pendenciero y no sabía trabajar en equipo. Ella era orgullosa, terca y se creía dueña de la verdad. Y, aun así, funcionó. Funcionaron. Desde el primer beso fueron inseparables. Ella se volvió más flexible, él asumió la responsabilidad de querer una vida junto a ella. Sólo junto a ella.

Y entonces, llegó Victoria. Stephanie se arrodilló frente a él y lo abrazó, dejándolo llorar contra su pecho. ¿Cuántas veces lo había visto llorar en los años que llevaban de relación? ¿Dos, tres veces? Y ahora lloraba como un niño, con sus manos aferradas a su cintura, dejando ir la culpa y el miedo en su llanto.

⸺ La recuperaremos, amor...⸺ murmuró, besando los rizos de su coronilla⸺ Haremos lo que sea necesario para recuperarla...

Se dieron un baño de tina juntos, acariciándose suavemente, perdidos en sus pensamientos. En el momento en el que Tony se dio cuenta de que no podrían salvar su mundo, comenzó a idear el plan para recuperarlo. Él siempre iba un paso adelante. Así, comenzó a investigar sobre las dimensiones y llegó a la solución. Cada dimensión tiene su espejo, un espacio de la realidad en la que todo es igual, y a la vez diferente. Si lograban llegar a esa dimensión, podrían tener una oportunidad. El universo necesita balance: las dimensiones espejo no pueden existir la una sin la otra, de modo que, si lograban salvar esa dimensión, la suya volvería a la normalidad. Era una teoría, por supuesto, pero, era la única esperanza que les quedaba.

El problema, era que sólo tenían energía para un viaje. Un tiro. Si fallaban, quedarían atrapados para siempre en un espacio inexistente entre dimensiones. Además, el viaje era tremendamente demandante, desde el punto de vista físico. Por ello, los candidatos ideales eran ellos. Lo más difícil iba a ser separarlos voluntariamente de su hija, por supuesto, la niña no podría viajar con ellos. Cuando Wanda y Bucky accedieron a cuidar de ella mientras estuvieran fuera, las cosas fueron más sencillos. Siempre había sido tremendamente apegada a sus padrinos y confiaban en que ellos la protegerían, sin importar lo que pasara. Eso los había decidido.

Y, ahora, ahí se encontraban, en un lugar desconocido, ajeno, con la certeza de que habían perdido todo lo que amaban. Nate le secó el cabello cuidadosamente, como siempre lo hacía. Habían permanecido en silencio, apoyándose mutuamente, sin palabras. Finalmente, se dejaron caer sobre la cama, sin pensar en ir a comer, como les habían dicho. Steph cayó dormida sobre el pecho del espía y él permaneció en una tranquila duermevela, recordando. Su mente lo llevó a un par de años atrás, cuando regresó de una misión y entró a su cuarto, encontrándose con una imagen que se le grabaría en el corazón para siempre. Stephanie estaba sobre la cama, con la bebé en sus brazos.

La mecía suavemente y tarareaba entre dientes, ayudándola a dormir. Tenía tal expresión de paz en su rostro, y Victoria parecía tan angelical, así, dormida, con su pelo rubio lleno de rizos y sus mejillas regordetas... Nate se juró que esa era la imagen que quería ver el resto de su vida. Se juró protegerlas, mantenerlas a salvo de todo mal... y había fallado. El mal había llegado y él no pudo defender a la única cosa buena que hizo en su vida. Quizás debieron quedarse con ella, morir con los demás... pero, juntos. Ellos habrían consolado a su hija mientras el mundo se caía a su alrededor. Se preguntó como habría sido. ¿Habría llorado al final? ¿Habría entendido lo que pasaría? ¿Los habría llamado? Sólo tenía dos años... seguramente llamó a su mamá en medio del terror.

Se estremeció y se obligó a sí mismo a dejar de pensar en eso. No. Ella no había muerto. Su pequeño ángel no podía irse, así como así. Vencerían y volverían con ella. Él la vería crecer, la ayudaría a convertirse en una mujer, espantaría a sus pretendientes y luego la llevaría del brazo al altar cuando llegara el correcto. Vería nietos y moriría viejo y arrugado como una pasa al lado de Steph. Sí, ése era un buen plan. Eso sonaba muy bien. Cerró los ojos, finalmente y se dejó arrastrar por el cansancio. 

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