Capítulo XIV

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Capítulo XIV

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Capítulo XIV

Natasha no podía creer aún la audacia de Steve el día anterior. Él siempre había sido reservado, tímido incluso. Especialmente alrededor de las mujeres... no era que él no supiera como llevar una conversación, sólo temía decir algo fuera de lugar o cometer un error. Sin embargo, se le había puesto en frente sin miedo, con toda la seguridad del mundo, asegurándole que allí, entre ellos, había algo más de lo que se veía a simple vista. Y sí, maldición, ahí estaba. No podía sacar de su cabeza el día en que murió. Aún recordaba la sensación de ahogo, el cuerpo pesado, cada célula de su cuerpo reclamando oxígeno a los gritos. Oxígeno que finalmente dejó de llegar y ella se dejó arrastrar por aquella sensación dulce y familiar, cálida, que la envolvió suavemente y la arrastró muy despacio hacia la nada.

Eso había sido en un comienzo. Nada. No veía nada a su alrededor, no sentía nada, no escuchaba nada... nada. No tenía miedo, ni dolor. Era como estar vacía de todo pensamiento, de todo sentimiento, ingrávida como una pluma, liviana y serena. Nada. Esa nada, sin embargo, fue cambiando, mutando poco a poco en algo más. Una sensación cálida y algodonosa la arrastró, llevándola a una escena conocida. Estaba sentada en su cuarto y el sol entraba a raudales por su ventana. El aire olía a jazmines y sus sábanas se sentían frescas y suaves bajo su cuerpo. Se sentía en paz. Tranquila y liviana como nunca antes... y entonces, lo sintió. Alguien se removió a su lado y ella se giró, sin sorprenderse. Era como si hubiera estado esperando eso, como si el hombre que dormía junto a ella perteneciera a ese lugar.

Steve estaba boca abajo y tenía los brazos junto a la cabeza. Su cabello estaba desordenado y su respiración era tranquila. Y ella lo sintió. Ahí era donde pertenecía. Eso hubiera tenido si no se hubiese negado a sí misma la oportunidad de sentir. Cuando Aisha apareció en su visión y la llamó, devolviéndola a la vida, Natasha decidió guardar silencio. Por un tiempo, al menos. El silencio era una buena opción, le daba tiempo. Tiempo para pensar en lo que había visto, en lo que quería hacer, en lo que podía hacer con esos sentimientos que siempre habían estado ahí y que nunca había querido poner en palabras. Por eso, cuando Steve apareció frente a ella con toda la seguridad del mundo y los ojos brillantes, comprendió que era el momento.

La mujer se paró frente al espejo y se observó largamente, detallando la forma de su rostro y los detalles de su piel, de su cabello, de sus ojos. Por muchos años, su imagen había estado manchada por la culpa y no gustaba de ver su reflejo más que para lo estrictamente necesario. Pero, ahora podía verse bajo una nueva luz y eso la hizo sonreír. Sin embargo, su sonrisa no duró demasiado. La alarma se activó en el complejo y la voz de FRIDAY llenó el aire, llamándolos a las armas. Natasha se equipó en pocos minutos y salió corriendo de su cuarto, encontrándose con Wanda en el camino. Cuando finalmente arribaron a la sala de control, ya todos estaban ahí, listos y tensos, mirando las pantallas.

⸺ Ella está aquí⸺ anunció Tony. Stephanie y Nate cruzaron una mirada significativa.

Finalmente estaba pasando y todo volvió a sus mentes, llenándolos de temor. Stephanie recordó los gritos de aquel último día, la desesperación, la destrucción a su alrededor, y su pecho se contrajo dolorosamente. La mujer comenzó a respirar con dificultad y Nate de inmediato corrió a su lado, sosteniéndola por los hombros y murmurando palabras en ruso que la hicieron respirar más despacio, tranquilizándola poco a poco. Aquellos ataques de pánico habían comenzado luego de que fracasaran en su primera pelea con Aelyanna. Ella no estaba habituada a la derrota, no sabía bien como lidiar con ella... especialmente cuando había hecho todo lo posible, todo lo que estuvo en sus manos; cuando dio lo mejor de sí misma y no fue suficiente.

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