Especial N°3: David

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¡Y ahora sí que sí! 

Terminamos, por fin, con esta bella historia. Nada más que decir gracias, como siempre y esperar a que nos veamos en otra de mis desopilantes aventuras (?)

Se les quiere, criaturas. 

David

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David

Stephanie se sentó en la cama con dificultad. El tamaño de su vientre le impedía moverse como antes y aquello la frustraba. Acarició la curva con suavidad e intentó moverse cuando notó qué la había despertado. Una punzada de dolor en su espalda baja la hizo apretar los dientes y cerrar los ojos con fuerza por un momento. La contracción duró lo que pareció una eternidad y finalmente remitió poco a poco, dejándola respirar con más normalidad. Llevaba algunas semanas con contracciones, suaves y manejables al comienzo y más intensas a medida que la fecha del parto se acercaba. A diferencia del embarazo de Tori, esta vez sabía a lo que se enfrentaba y ya no sentía tanto temor. Su primer embarazo había sido complicado.

Ser madre por primera vez la había llenado de incertidumbre y de dudas que la acosaban día y noche. ¿Sería capaz de cuidarlo? ¿Y si no era una buena madre? ¿Y si no sentía aquel amor incondicional que decían se sentía por un hijo? ¿Y si una misión salía mal y dejaba a su bebé solo? ¿Y si el niño no la quería? Pero, en el momento en el que al fin Tori dejó su cuerpo y pusieron aquella diminuta persona en sus brazos, supo que todas sus dudas habían sido infundadas. Un escalofrío la recorrió de pies a cabeza y todo su ser reconoció a aquella criatura como suya. Desde ese momento, la amó de un modo feroz y absoluto. Victoria era suya. Su mayor logro. Su mejor creación. Otra contracción, más aguda que la anterior, interrumpió la línea de su pensamiento.

No se alarmó. Aún estaban espaciadas y no eran tan dolorosas. Tampoco se había roto su fuente... hasta que se rompió.

─ Oh, Dios─ murmuró, sintiendo como el líquido escurría entre sus piernas. Sosteniéndose el vientre con una mano, zarandeó el hombro de Nate con premura─ ¿Nate? Nate, despierta...

─ ¿Mh? ─ murmuró el hombre, aún perdido en las brumas del sueño─ ¿Qué pasa?

─ El bebé...

─ ¿Qué bebé?

─ ¡Tú bebé, Nate! Creo que tenemos que ir al hospital...─ aquello terminó por espabilar al espía. Se sentó en la cama, notando la humedad de las sábanas y se levantó de un salto, como un gato escaldado.

─ Oh, mierda. Sí, sí, tenemos que ir al hospital. Vamos al hospital─ afirmó, mientras corría a buscar ropa seca y las maletas.

Media hora más tarde, todo el edificio estaba convulsionado. Por alguna razón, nadie había querido mudarse aún y todo el equipo se movía nervioso por las habitaciones, reuniendo lo necesario y organizándose para cuidar de Tori mientras sus padres permanecieran en el hospital. Steve estaba llevando las maletas al auto cuando la pequeña figura de Aisha se materializó frente a él.

─ ¡Aisha! ─ exclamó, saludándola con alegría. La diosa aparecía esporádicamente para saludarlos, siempre llenando el aire con aquel suave aroma a madreselva y su presencia familiar y tranquilizadora─ Creo que llegas en buen momento. Estamos saliendo al hospital, el bebé de Steph ya va a nacer.

─ Lo sé, por eso he venido. Lleva eso de regreso, Steven Rogers. No será necesario...─ en ese momento, Natasha apareció en el garaje con el rostro desencajado.

─ Stephanie está dando a luz, no llegará al hospital─ anunció antes de correr de regreso al edificio. Steve dejó caer las maletas y la siguió, corriendo también.

Aisha, tras ellos, sonrió, entrando calmadamente a la enorme edificación. En su cuarto, Stephanie estaba sentada en la cama, sosteniendo sus muslos para mantener las rodillas contra su pecho. Nathaniel la ayudaba como podía y secaba el sudor de su frente. A diferencia de Tori, este niño parecía estar ansioso por salir. La presión en su pelvis era cada vez mayor y ya podía sentir la cabeza bajando por el canal de parto.

─ ¡Veo la cabeza! ─ exclamó Wanda frente a ella, sosteniendo una toalla, esperando al niño.

La muchacha había sido la única que se había atrevido a ofrecer su ayuda en medio del caos de aquel parto apresurado. Era muy poco lo que sabía sobre la mecánica de un parto, pero, FRIDAY les daba indicaciones, ayudándola en el proceso. Los hombres, por su parte, permanecían afuera. Cuando notaron que no alcanzarían a llegar al hospital, Tony, histérico, llamó a una ambulancia mientras Bucky se escondió en el cuarto de Tori, con la excusa de que la niña había despertado y alguien debía permanecer con ella. Para él, los partos eran un tema casi tabú, reservado sólo para las mujeres. Resabios de las antiguas enseñanzas de su época.

Natasha regresó al cuarto y se apresuró a ayudar a la castaña, cogiendo una toalla húmeda y limpiando la sangre de los muslos de Stephanie para que pudieran observar mejor el descenso del bebé. Aisha, se asomó por la puerta y su mera presencia pareció calmar los ánimos. Stephanie, agotada y mordiéndose los labios para no gritar, le dio una mirada llena de dolor e incertidumbre y la diosa se acercó a ella, posando una mano sobre su vientre convulso. Una nueva contracción la atacó y la mujer echó la cabeza hacia atrás, arqueándose en la cama mientras el pequeño y tibio cuerpecito de su hijo abandonaba su cuerpo.

─ ¡Aquí está, ya nació! ─ exclamó Wanda, emocionada. El niño lloró con fuerza y las mujeres se apresuraron a cortar el cordón antes de envolverlo en una manta y entregarlo en los brazos de su madre.

Stephanie lo tomó con cuidado, llorando de felicidad y cansancio. Su bebé al fin estaba con ellos; perfecto, como lo había imaginado. Al igual que su hermana, tenía el cabello rubio y húmedo pegado al cráneo. Sus facciones eran similares a las de Nate: tenía los mismos labios, las mismas pestañas, las mismas mejillas. Agitaba los brazos y las piernas mientras lloraba con toda la fuerza de sus pulmones. Era perfecto. Y era suyo. De ambos. Nate sonrió entre lágrimas, dejando un largo beso en la sien de su esposa.

─ Qué bien lo has hecho, mi amor...─ murmuró, contemplándola con admiración. Stephanie era una mujer increíble y, en ese momento, se sintió aún más enamorada de ella, si es que cabía─ Estoy tan orgulloso de ti...─ Stephanie sonrió, apoyándose en él y ambos observaron, emocionados, al pequeño ser humano que habían creado.

─ David...─ dijo ella de pronto, llamando la atención de su marido─ Quiero que se llame David.

─ Es perfecto, mi amor. David Romanoff, bienvenido al mundo...

Fuera del cuarto, los demás celebraban el nacimiento del nuevo sobrino. Con él, se cerraba el ciclo. David había sido concebido en medio de la tragedia, pero, nacía en medio de la paz. Era el símbolo de que siempre había esperanza, que siempre se podía volver a empezar. 

Whatever it takesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora