Capítulo 24.

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Capítulo dedicado a Sophie_girl_unique

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27 de diciembre de 1989.
Mansión Perevell.

Narra Ariadna:
Estaba corriendo entre los árboles, era lo más cuidadosa posible con no dejar sus huellas es la nieve dejaba algunas pero confiaba en que no las suficientes para que supiera exactamente a dónde va. Había nevado casi toda la noche por lo que una gran capa de nieve cubría el la tierra y a los árboles deshojados.

Se ajustó la bufanda roja al rededor del cuello, su gorro se había caído mientras corría y decidió dejarlo atrás. Sus pulmones ardían tanto por la agitación de correr, como por aire helado. Por suerte ya estaba llegando a su escondite, vio la piedra que tenía casi su tamaño y cambió de dirección hacía la derecha, un par de metros después vio el árbol que por un tiempo creyó era él árbol más grande del mundo. Tuvo que subirse a otro árbol, para después saltar hacía él árbol. Se recostó por una de las ramas que era lo suficientemente gruesa para cubrirla por completo y miro el cielo. Solo veía nubes blancas, no se veía el cielo, solo las nubes.

Pasaron un par de minutos, empezó a inhalar exageradamente solo para exhalar y ver un pequeño vapor blanco. Estaba exhalando cuando un maullido la hizo sobresaltarse, se sentó de golpe y por un momento pensó que iba a caer de la rama por lo que tuvo que abrazarse a ella, se abrazó más fuerte a la rama cuando vio de reojo algo moverse en el suelo y escucho rasguños.

Algo saltó sobre la misma rama en la que estaba, sonrió de alivio al ver de que se trataba. Un gato blanco caminó hacia donde estaba y se sentó justo enfrente suyo. Lentamente soltó la rama y se sentó con las piernas colgando de diferentes costados de la rama.

Los únicos animales que había visto en el bosque eran aves y una que otra serpiente, pero nunca vio un gato o cualquier animal cuadrúpedo.

Ana: Hola- murmuró al felino, entrecerro los ojos- Me pregunto ¿Cómo llegaste hasta aquí?

El bosque que rodeaba a la mansión se extendía por al menos seis kilómetros y no había ningún pueblo o algo por el estilo en más de treinta kilómetros, sería muy extraño que un gato doméstico llegara hasta donde estaba. Podía ser un gato salvaje, pero se veía demasiado peinado y limpio, su pelaje blanco hasta brillaba.

El gato caminó lentamente acercándose más. Cuando estuvo lo suficientemente cerca le rasco la cabeza entre las orejas, el felino se sobresaltó un poco, pero luego se recompuso y movió la cabeza cómodamente debajo de su mano.

Unos momentos después tomo suficiente confianza para tomar al gato entre sus manos y este lo acepto de buena gana.

Los Mellizos Peverell BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora